En Arévalo a Arévalo

Buscas en Roma a Roma, ¡oh, peregrino!,
y en Roma misma a Roma no la hallas;
cadáver son las que ostentó murallas,
y tumba de sí propio el Aventino.

El moderno viajero que quisiera encontrar en Arévalo a Arévalo y encaminara sus pasos hacia el casco histórico, como el peregrino del soneto de Quevedo buscaba en Roma a Roma, mucho me temo que tampoco lo hallaría e igualmente concluiría que “huyó lo que era firme y solamente / lo fugitivo permanece y dura”.

El recordado maestro y crítico de arte Santiago Amón, definía el patrimonio histórico-artístico como aquel asentamiento humano, fuertemente condicionado por una estructura proveniente del pasado, que lo va a hacer reconocible como significativo de la evolución de un pueblo. Desde esta perspectiva es urgente acabar con la dañina falacia de que el patrimonio histórico nos pertenece a todos, como nos pertenece la camisa o el derecho de sufragio, sino que somos nosotros quienes le pertenecemos a él. San Agustín, que acuñó el saludable concepto de “pertenencia relativa”, escribe que su madre y él estaban mirando el huerto “desde la ventana de la casa que nos tenía”.

Es algo parecido a lo que el jefe indio Seatle le contestó al Presidente de los Estados Unidos en su famoso manifiesto de 1854, cuando éste le quiso permutar las tierras de su tribu por otras en una reserva: “quizá sea porque uno es un piel roja y no comprende nada, pero la tierra no pertenece al hombre; el hombre pertenece a la tierra (…) el hombre no tejió la trama de la vida; él es sólo un hilo. Lo que hace con la trama se lo hace a sí mismo”.

Obran con manifiesta estupidez o con dolosa incuria quienes por ostentar un cargo público de elección o una posición económica de succión, consideran que pueden hacer con el patrimonio histórico cualquier cosa, con la única condición de que se les haya ocurrido a ellos y de que les salgan las cuentas a la hora del arqueo final. Si finalmente hay que elegir entre el abandono o la adulteración y el pastiche, mejor lo primero, porque lo segundo tiene difícil o imposible remedio. O acaso sea que uno también es un piel roja que no comprende nada.

Pero si grave es que el turista accidental no pueda ya apenas encontrar en Arévalo a Arévalo, en el caso del arevalense de nacimiento o de afección lo que se produce es un desgarro sin sutura posible, pues lo que ventila en el expolio es su propia identidad, aquello que nos hace reconocibles como lo que somos. De un hombre que acostumbra a traicionarse se dice que llegará el momento en que cuando se mire al espejo no se reconocerá, como ese personaje de Woody Allen que va perdiendo sus contornos y acaba desvaneciéndose en el aire o como los medios-seres de nuestro Ramón Gómez de la Serna. Este es el riesgo que corremos: convertirnos en seres demediados, de insoportable levedad, inertes e inermes como árboles sin raíces, como tarabillas al viento. Por todo ello resulta cada vez más imprescindible que existan y se afiancen realidades tan esperanzadoras como este magnífico Blog o como la pujante asociación cultural “La Alhóndiga”. No todo está perdido.
José Félix SOBRINO
Enero de 2009

Comentarios

chema collado ha dicho que…
Estimado Félix : tienes razón en todo lo que dices. Pero los de Arévalo y desde dentro de Arévalo veis las cosas de distinta manera que los de Arévalo y desde fuera de Arévalo. Marché de Arévalo y sólo era visitable la parroquia de Santo Domingo ( donde sólo acudía por cierto a entierros...).Aún se decía una misa en San Juan Bautista ( no se sí se dice todavía,,). Ahora la iglesia de San Miguel aunque tenga poco utilidad pero se restauró el retablo y contien actos culturales.Con San Martín pasa lo mismo. El Salvador tiene esa utilidad "imaginera" (aunque empieza a tener un estado de techumbre algo lamentable) De San Nicolás mejor no hablar. He visto salir tractores de ella cargados de trigo. Si se arregla,¿ que utilidad va a tener? Por el obispado no, porque nadie va a ir a misa. Por otros organismos ú obras sociales, está la cosa buena.
Y sí se hace una encuesta hay más partidarios de los toros que si se cae o no la iglesia de la C/San Ignacio de Loyola. Hay que tener en cuenta que en Arévalo hubo hasta catorce iglesias. Y se ha hecho el Museo de Interpretación de la Naturaleza, se ha dotado a la Alhondiga de un servicio y utilidad . Mientras que en la Plaza de la Villa las actuaciones no han sido las adecuadas. Algunos propietarios "arreglaron" su casa antes de la restauración del Sr. CERVERA VERA ( que sólo comprendía fachadas..) Otros propietarios pensaron que se les arreglaría tarde o temprano toda la casa. Y bueno, la propiedad privada tiene unas obligaciones. El Ayuntamiento tampoco puede hacer actuaciones en la casa Natal del poeta Eulogio Florentino Sanz, se caerá.
La gestuón de los dineros públicos es complicada. Y obedecer la mayoría de las veces a cuestiones de oportunidad electoral.Y mientras algunos piensan en el Patrimonio ( muy loable y defenderlo), otros más mayores demandan cuestones sanitarias (pureza del agua) y otros demandan que la Ferías y Fiestas sigan siendo las mejores de la zona. Es dificil aunar prioridades. Pero para eso está la "papeleta" ( que lo que estamos fuera no podemos ejercer)Por ese mismo derecho que reclamas que lo que es del común se debe tratar de otras manera, otros piensas en otros denominadores comunes y si les han votado ( no hablo solo de esta corporación...), lo único que queda es fiscalizar las actuaciones.Y si hay indicios de alguna malversción, al juzgado. Lo demás amigo Félix queda en el terreno poético, literario y utópico. Para no aburrir escribía Dionisio Ridruego (en un tomo de obligada lectura: Castilla La Vieja ...) que el Castillo de Arévalo se habia reconstruido con mayor voluntad que acierto. Cierto. Pero esa reconstrucción evito que se fuera al rio.Y que fué silo durante un tiempo e hizo a la vez no se pudriera el trigo no tuviera goteras.Que cómo sabeis a este tipo de inmuebles no le van nada bien.Que no perdáis nunca la critica constructiva, el soñar un Arévalo mejor, y ojo con eso que el problema de los sueños esque a veces se cumplen.
Salud y suerte para todos

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