Está bien que los alumnos de las escuelas manejen ordenadores personales, porque es lo que ya, muchos de ellos, suelen hacer en sus casas, y porque se trata una herramienta laboral tan común como el automóvil, el teléfono o el bolígrafo. Lo que me causa, sin embargo, algo de pasmo es el aparente papanatismo de algunas autoridades académicas y de muchos padres de discentes, como si la incorporación del pc a las aulas tuviera un efecto taumatúrgico en la educación, una influencia mágica, algo así como el advenimiento de la ciencia infusa. El ordenador es un mero instrumento. Como la tiza, la pizarra, o el cuaderno. Ni las tizas insuflan ciencia por sí mismas, ni los cuadernos convierten en sabios a los que abren sus hojas, ni el ordenador aporta más inteligencia al alumno de la que posea, ni más disciplina que la que le inculquen, ni más memoria que la que ejercite, ni más voluntad que la que acostumbre a desarrollar, y que permanecerá inalterable con o sin ordenador. Los problemas de fo