Se ha ido en el silencio de la noche. La mañana nos ha traído la triste noticia de su marcha. Era una grandísima persona. Hombre honesto, sencillo, cabal y sabio. Era un hombre bueno. Y transmitía una serenidad que apabullaba. Cuando algún problema nos acuciaba sabíamos que podíamos recurrir a él y a su consejo. Amaba a esta tierra y a sus gentes y en su saber, a veces, muchas veces, aportaba esa dosis de templanza que sólo está al alcance del hombre que ha sabido atesorar Sabiduría. Buscaba incansable y compartía generoso el conocimiento de la Historia, de nuestra Historia: los nombres de nuestros pueblos, el misterio de las aldeas desaparecidas, las sentidas pisadas en viejos caminos y veredas, los gritos, contenidos en el viento, de los pinos cortados, del pinar, de ese pinar al que amaba con irremediable sentimiento... de ese pinar del que nos contaba bellas historias leídas, con infinita paciencia, en archivos olvidados. Y ahora, buen amigo, ahora ya no estás. Que la tier