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La concentración falangista de 1944. Colección de Emilio García Vara. |
Sigue narrando
Marolo Perotas en sus “Cosas de mi Pueblo” que «El 16 de mayo de 1944, con
la concentración falangista más numerosa que ha visto Arévalo, se
inauguró el monumento a los Caídos, erigido a la entrada del paseo, y en junio del
46 autorizó el ministro de la Gobernación el cambio de nombre de este parque,
al que por acuerdo del Ayuntamiento, se dio su actual denominación. Está
dedicado al famoso sabio español don Juan Ramón Gómez-Pamo, nacido en nuestra
ciudad el 29 de agosto de 1846, hijo de don Nicolás y de doña Juana».
Completa la somera biografía del insigne científico
diciéndonos que «Hizo sus estudios en
Madrid, y durante su afanosa vida desarrolló una labor vastísima, dedicada a la
botánica y aplicada a las prácticas de Farmacia. Escribió obras tan admirables
que aún sirven de texto en las Universidades. Fue autor de anales, formularios,
manuales y otras infinitas publicaciones. Fue catedrático de la Facultad de
Farmacia de Madrid, rector de la Universidad, académico de las Reales de
Farmacia y Medicina, presidente del Colegio de Farmacéuticos de Madrid,
consejero de Sanidad, senador del reino y otros delicados cargos que le
acreditaron como uno de los primeros sabios de su época.
Falleció en Madrid
el 7 de noviembre de 1913, y Madrid le rindió un merecido homenaje, dedicándole
una lápida en la calle de Santa Isabel, esquina a la de Tres Peces, donde vivió
y murió tan Ilustre vegetariano».
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La cruz del "Paseo". Colección Alarde. |
Fue en el año 1944 cuando se colocó en la entrada Norte del
Parque la cruz que, durante muchos años, sirvió de punto de encuentro para un buen número de arevalenses jóvenes y adolescentes.
Algunos años más tarde, hacia 1954, y aprovechando el
proyecto de elevación de aguas para el riego del Parque, empezó a proponerse la
construcción de una piscina en aras de ofrecer alicientes a los posibles
veraneantes.
Se sugería, también entonces, que se aprovecharan las obras
de la futura piscina para realizar, en ese mismo espacio, pista de tenis, de
baloncesto, zona de baile «a fin de que
la gente joven, forastera y de casa, pasara el verano alegremente, pues hay que
reconocer que ir todos los días al pinar resulta monótono».
El 15 de julio de 1956 «el señor Gobernador Civil, junto al alcalde
don Lucas Gómez Fortado, tenientes de alcalde señores Rogero y Zurdo,
concejales, jerarquías del Movimiento y diversas autoridades, se dirigieron al
Parque Gómez Pamo, en cuyo recinto procedieron a la inauguración de las
piscinas municipales e instalaciones, parte de las cuales aún no se hallan
terminadas».
A principios de los años 70 del
pasado siglo XX el Parque sufrió una nueva merma. Se decidió entonces realizar
una pista de baile dotada de un pequeño quiosco o bar que daba servicio a las
piscinas y a la recién construida “Pista de los Jardines”. De igual
forma, un pequeño trozo de calle que quedaba sin salida se habilitó como
espacio semiabierto, en que también se instalo otro pequeño quiosco en el que se
servían chucherías para los niños y adolescentes que aún no estaban en edad de
entrar a la pista de baile que, por otra parte, en sus primeros años de su existencia era de pago.
Hacia 1975 la parte más
meridional del Parque Gómez Pamo, que mantenía a duras penas una hermosa
rosaleda sufre una nueva merma. Desaparece esta rosaleda en beneficio de la
construcción de la conocida como “piscina olímpica”, así como nueva zona de
vestuarios y de césped.
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La tala de los olmos en los años 80. Colección Luis José Martín García-Sancho |
La década de los ochenta trajo
una nueva desgracia, la grafiosis del olmo. Esta enfermedad
atacó a la población de olmos de Arévalo y, según nos cuenta Luis José Martín
García-Sancho en su blog arevaceos, en el Parque Gómez Pamo se talaron 123
olmos, «varios de ellos monumentales y
sin signos de la enfermedad. Nunca sabremos si alguno de esos colosos podría
haberse salvado con el tratamiento adecuado». Sigue su relato diciéndonos
que «Contados los anillos de uno de los
olmos más grandes descubrimos que tenía 423 años y que aún no presentaba los
síntomas de la enfermedad. Cuando Cervantes escribió el Quijote el olmo ya
estaba allí. Este olmo y alguno más ya existían en las huertas y jardines del
convento de los Trinitarios cuando Fray Juan Gil marchó para liberar a
Cervantes. Aunque mudos, fueron testigos vivos de la historia de Arévalo. Contando los anillos hacia atrás habríamos sabido, por ejemplo, el tiempo que
hizo el año en que el monje Trinitario se fue a Argel, si fue un año lluvioso o
seco, o si el invierno fue muy duro o benigno».
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Foto aérea del Parque hacia 1975. Dependencias municipales. |
Por aquellos años también se realizaron
algunas obras con muy poco acierto y menos criterio. Se quitaron bancos de los
de respaldo, aquellos bancos que sirvieron a muchas pandillas de adolescentes para disfrutar de nuestros “Paseos”. Algunos de estos bancos se cambiaron por otros
de diseño “vanguardista” sin respaldo
y poco, muy poco atractivos, más bien feos. Se construyó en el límite
oeste, el que da a la carretera de Palacios Rubios, un murete de hormigón cuyo
fin, al parecer, era evitar que esa zona del parque pasara a formar parte de la
carretera, y que minorará aún más la ya muy mermada superficie del mismo. Si la
intención pudo ser buena el gusto del diseñador dejó mucho que desear. Al tiempo
se arrancó por completo el muro vegetal de aligustre que delimitaba el parque
con la carretera de Ávila y se derribó la antigua fuente circular existente en
una de las plazoletas sustituyéndola por otra, también de hormigón. Por entonces se
construyó una especie de invernadero, adosado a la tapia de la piscina cuyo
resultado tampoco contribuyó en nada a disimular el resto de actuaciones de entonces.
Por último, la cruz, que había
sido colocada en 1944 y que había sido punto de reunión de muchos arevalenses
en sus años mozos, fue desmontada, reubicados los leones y remodelada la
entrada norte.
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El "Parque" en la actualidad. Colección Juan C. López. |
En los años siguientes, salvo
añadir algunos columpios y otro mobiliario infantil del estilo, no tuvo lugar ninguna otra merma ni “mejora” hasta
que, ya entrado el nuevo siglo, se construye una nueva piscina y se ocupan
nuevas zonas del Parque para ampliar al recinto de estas, dejando la
superficie actual del Parque Gómez Pamo en poco más de 1,20 Ha.
Y así hasta nuestros días, días aciagos
en que el equipo de gobierno municipal ha tomado la decisión unilateral y en
contra de la opinión de muchos vecinos de Arévalo, de comenzar una actuación
nefasta que consiste en adoquinar el Parque convirtiendo este histórico espacio
en una vulgar calle más de la Ciudad. Sí reconocer que han contado con el aplauso incondicional de algunos
adocenados que justifican la barbaridad con el hecho de poder ir, a partir de
ahora, en chanclas a las piscinas sin que se les metan las chinas ni la arena en los pies.
Concluimos aquí el recorrido por este espacio que completaremos en breve con la preparación de un documento que acogerá fotografías, planos y nueva documentación de este lugar que, como ya fue capaz de prever Marolo Perotas en los primeros años 50 del pasado siglo, no “iba a merecer los honores de parque”.
(continuará)