Cartesianismo puro
España ha sido Europa desde siempre —desde que Europa lo es, claro está—, y hasta el centro del huracán de Europa. Pueblos hoy de escaso vecindario como Tordesillas en tiempos del Emperador Carlos V, o Martín Muñoz de las Posadas, donde nació e invernaba el cardenal Espinosa, Gran Inquisidor y algo así como Premier de Felipe II, fueron el símbolo de ese poder europeo, mucho más que Maastricht ahora mismo; pero luego se complicaron mucho las cosas en nuestras entendederas. Por muchas razones, entre las cuales está nuestra condición de país oriental, con sus judíos y sus islámicos, España ha ofrecido al mundo una versión muy singular del pensar, del sentir y del vivir, y eso la dibujó como yendo a remolque de lo europeo, o como casa aparte en Europa, pero también como un territorio de fascinaciones. Pongamos por caso la Inquisición castiza, los toros y la copla; y hasta lo del gobierno de los clérigos, que decía Stendhal, o el régimen tibetano, que afirmaba Ortega y Gasset, pero también