Norma Aleandro, Jaime Gil de Biedma y Arévalo
Eso que para entendernos llamaremos destino nos depara a veces encuentros insólitos, misteriosas revelaciones. La vida te da sorpresas. ¿Qué relación puede existir por ejemplo entre la prestigiosa actriz argentina Norma Aleandro (interprete entre otras de la espléndida película El hijo de la novia) y Arévalo? El 23 de septiembre de 2003, en el diario El País, es entrevistada por la periodista Rosana Torres:
“La bonaerense Norma Aleandro se subió a los nueve años a un escenario (...). Creció en el ambiente de una familia de teatro y, como ocurre a muchos, fue criada por su abuela materna, que era de Arévalo (Avila):
“Yo conocía Arévalo, aunque no hubiera estado nunca, con los ojos cerrados”.
Su padre, el actor Pedro Aleandro, se casó con la actriz madrileña María Luisa Robledo, a la que llevó a Buenos Aires siendo muy joven. La madre de Norma, aun hoy con 92 años, da recitales con textos de Cervantes, Góngora, García Lorca, Lope de Vega o Eduardo Marquina”.
Nos conmueve imaginar a la abuela de la actriz contándole a su nieta, en una remota ciudad y en un remoto tiempo, día tras día y noche tras noche, cómo es Arévalo, describiéndole sus calles y sus gentes con minucioso amor, con una dedicación casi obsesiva, hasta convertirlo en un lugar recurrente de la mitología familiar, Atlántida sumergida, paraíso perdido. “Yo conocía Arévalo, aunque no hubiera estado nunca, con los ojos cerrados”. Con los ojos cerrados.
Jaime Gil de Biedma (1929-1990) es considerado el poeta español más influyente de la segunda mitad del siglo XX. Muy ligado a la cltura catalana, íntimo de Ana María Moix, Juan Marsé o Carlos Barral, descendiente de familia de alta alcurnia, acabó siendo un importante ejecutivo de la Compañía de Tabacos de Filipinas. En el año 2005 apareció el libro Jaime Gil de Biedma. Retrato de un poeta, de Miguel Dalmau. Parece ser que, acabados los estudios de Derecho, quiso ser diplomático y se presentó a las oposiciones. El primer ejercicio era escrito. En la página 55 leemos:
“Perpetró una boutade digna de Dalí cuando le pidieron que glosara por escrito los encantos de aquella ciudad que como aspirante a diplomático encarnaba sus ideales. Mientras los otros opositores cantaban las excelencias de París, los parques de Londres, las ruinas de Roma o los palacios de Viena, él redactó una impecable composición dedicada al pueblo de Arévalo”.
“Ya desde la infancia esa pequeña localidad de la provincia de Avila se contaba entre sus lugares más queridos. Recordaba a menudo sus escaparates iluminados, y las tiendas de antigüedades que tanto agradaban a su madre. También le fascinaba el castillo, la Plaza de la Villa, las ermitas, las iglesias. Arévalo era rico en arte mudéjar y aún parecía flotar en sus calles el alma de los antiguos moradores musulmanes. Jaime había descubierto además sus delicias culinarias: el cochinillo, el cocido, las legumbres de la Moraña, los quesos, las tortas las mantecadas. ¡Arévalo!. “¿Existía un destino mejor?”. Quizá no para un espíritu como el suyo. Pero las autoridades académicas interpretaron aquel canto como un insulto y lo suspendieron”.
¿Disparato si proclamo que ambos merecen sin más dilación un homenaje, una calle, un reconocimiento, un algo?
Permitidme que termine con un impresionante poema de Gil de Biedma. A mí me gusta imaginármelo recitado con la voz rota de Norma Aleandro:
No volveré a ser joven
Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante-.
Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan solo
las dimensiones del teatro-.
Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.
José Félix Sobrino
Abril de 2008
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