La tercera etapa
Son poco más de las 7,15 y ya
suena el despertador. Es domingo. Hoy hemos quedado para hacer la tercera etapa
de “La senda de Tumut”. Este tramo va desde Tiñosillos hasta el descansadero
que junto al puente del Adaja hay en la carretera de Sanchidrián a Salamanca.
La pequeña Nela, una de mis dos gatas, entra gruñendo y a toda prisa en mi
habitación. Tiene hambre y, con cierta exigencia, reclama el desayuno.
Un poco tarde, me he entretenido más
de lo que pensaba, salgo por fin hacia la plaza del Arrabal.
Al llegar compruebo resignado
como ni Fabio, que ya lo había avisado la noche antes mediante “wasap”, ni Chispa, que no había avisado
de ningún modo, acuden a la cita. ¡Traidores!
Recordad, bellacuelos, que hay más días que tajadas de longaniza.
No somos muchos, pero sí hay
nuevas incorporaciones. Subimos en los coches y marchamos hacia nuestro
destino. Decidimos ir primero hasta el descansadero y desde allí hacer el
camino rio abajo.
Llegados al destino aparcamos los
coches y empezamos. Marchamos ahora por las calles que iban a formar parte de
la paralizada urbanización de Villanueva de Gómez. Ese absurdo proyecto
urbanístico que supuso la tala de miles de pinos para terminar siendo una
urbanización fantasma. “El daño de Inveralde”, preclaro monumento a la
incompetencia de esa caterva de zoquetes que ocupan las poltronas de lo público
y a la ambición desmedida de ellos mismos y de otros que les aúpan y sostienen.
Seguimos adelante acercándonos al
borde de la cuesta del río.
Un rato después bajamos. Queremos
llegar al molino del Chorrillo. Luis quiere que veamos los restos derruidos de
un puente. Los más viejos de Villanueva nunca le han conocido en pie, pero los
restos que quedan aún muestran que era un puente potente. Elementos graníticos
yacen semi-hundidos en el cauce y forman un pequeño estanque de agua represada
que busca liberarse y salta ruidoso entre las piedras.
Un poco más allá encontramos el
caz que desde río arriba sirvió para llevar el agua hasta el molino ahora abandonado. Una derivación levantada en
ladrillo servía de compuerta para el riego de la huerta. La “Morísca” se llamaba. Hoy es una alameda.
Los arboles, altos y sin hojas, se asemejan en algo a esos generadores eólicos
que “adornan” los, en otro tiempo bellos, paisajes de algunas de nuestras
sierras.
El molino está en ruina. Nos
explica Luis que a él le han contado que un grupo de cazadores hicieron una
lumbre, para calentarse suponemos, y la techumbre se incendió quedando el
edificio en el lamentable estado en que lo vemos.
En la pared oeste, la que está
mejor conservada, aparece, grabado en la argamasa, el nombre del molino:
“Molino del Chorrillo”. También el mortero muestra el impacto de disparos.
Rastro inconfundible de rabia incontenida de más de un cazador frustrado.
Nos acercamos a ver el manantial
que da nombre al molino. La pequeña fuente entrega al río parte del agua que
recoge la gran duna arenosa sobre la que se asientan nuestros pinares.
Aprovechamos la parada para comer
nuestro almuerzo. Como afirma Juan Jesús, afirmación que contiene una gran
dosis de razonamiento, la Cultura sin almuerzo “no es lo mismo”.
Una vez terminadas nuestras
viandas entramos en la estolda a ver el rodezno, los engranajes y otros restos
de maquinaria casi enterrados entre las ruinas del molino.
Reemprendemos el camino.
Un rato más tarde aparecen los
Cortados Rojos o el Vado del Adaja, como conocen a este sitio en Pajares. Un
lugar que, aunque lo hayas visto otras veces, no deja de sorprenderte. El
paisaje rojizo contrasta con el verde de los pinos de uno y otro lado del
valle. Las cámaras fotográficas no descansan un momento. Este lugar merece la
pena ser repetidamente fotografiado.
Luego de disfrutar un buen rato
de los Cortados seguimos caminando entre los pinos. Procuramos no perder de
vista el cauce del río.
Llegamos, un rato después, al
lugar en que hemos dejado nuestro coche escoba. Es el coche que debe llevarnos
a recoger a los otros coches que se han quedado a unos 11 km. río
arriba.
Luego de un viaje de unos 15
minutos ya hemos llegado. Algunos marchamos hacia casa. Otros
quieren ver, antes de regresar, las enormes balsas que iban a recoger las aguas
residuales de la urbanización.
Quedamos en vernos en la próxima
etapa. Será en enero y nos llevará a descubrir aquellos otros molinos que se
levantan en las márgenes del Adaja entre Zorita y Mingorría. Lugares mágicos
por los que transitaremos en nuestro periplo por esta Senda de Tumut. Un viaje por
etapas en busca de las primeras fuentes de nuestro río “Agual” allá donde
termina el valle de las flores de Alivés.
Juan C. López
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