Abenámar, Abenámar, moro de la morería, el día que tú naciste grandes señales había: estaba la mar en calma, la luna estaba crecida. Moro que en tal signo nace no debe decir mentira. Allí respondiera el moro, bien oiréis lo que diría: - Yo te la diré, señor, aunque me cueste la vida, porque soy hijo de un moro y una cristiana cautiva; siendo yo niño y muchacho mi madre me lo decía, que mentira no dijese, que era grande villanía. Por tanto, pregunta, rey que la verdad te diría. - Yo te agradezco, Abenámar, aquesa tu cortesía. ¿Qué castillos son aquellos?; altos son y relucían. - El Alambra era, señor y la otra la mezquita; los otros, los Alijares, labrados a maravilla: el moro que los...