El Contador Mayor Juan Velázquez de Cuéllar

Os puedo asegurar que este trabajo que hoy traigo ha sido uno de los que más complejos que hemos tenido que elaborar. El personaje, por razones en las que no vamos a entrar, habiendo sido, a nuestro parecer, uno de los personajes más influyentes que haya habido en toda las historia de Castilla e incluso de España, es uno de esos eternos olvidados. Es muy difícil encontrar documentación sobre él que exceda de unas pocas líneas. Y a pesar de todo, después de mucho indagar, hemos tenido la suerte de tropezar con un documento de aproximadamente treinta páginas, cuyo autor es Máximo Diago Hernando. El documento es tan profuso y didáctico que, afirmo, ha sido harto doloroso resumirlo en no más de tres folios. 

Desde el propio momento de su nacimiento, Juan Velázquez de Cuéllar, que vio la luz del mundo en el palacio real de Arévalo, vivió en estrecho contacto con los miembros principales de la familia real castellana, gracias a que su padre venía ocupando una destacada posición en la casa de la madre de Isabel la Católica, la reina madre Isabel de Portugal. El padre de Juan, al cumplir este diez años, decidió que era el momento de comenzar con su formación y, siguiendo con una costumbre muy extendida en la época entre las familias de la nobleza, lo envió a la Corte de la reina Isabel la Católica para que sirviese allí como paje.

La Corte castellana, que entonces itineraba a lo largo y ancho de la geografía peninsular, proporcionaba la plataforma ideal para estar en contacto con quienes controlaban los principales resortes del poder. Y el joven Juan Velázquez de Cuéllar pronto pudo comenzar a obtener provecho de la acertada decisión de su padre de enviarle allí para iniciar su formación.

Juan Velázquez tras la muerte de su padre asumió personalmente el desempeño de las funciones que éste venía ejerciendo desde hacía muchos años en la Corte de Arévalo, hasta que se produjo la muerte de Isabel de Portugal, en agosto de 1496.

En su ascenso político durante la década de 1490 jugó un decisivo papel la estrecha vinculación que, por decisión de la reina Isabel la Católica, se estableció entre él y el príncipe de Asturias, Don Juan, cuando este último era todavía un niño. En efecto, después de haber servido a la propia reina como paje, ésta decidió, en fecha no precisada, pero que habría que situar hacia 1491, que nuestro protagonista asumiese el desempeño del oficio de maestresala de su primogénito. Más adelante, en marzo de 1495, se le nombró como su contador mayor. Poco después, cuando se decidió poner al príncipe casa propia, apartada de la de sus padres, en el año 1496 en Almazán, con motivo de la concertación de su matrimonio con la princesa Margarita de Habsburgo, Juan Velázquez de Cuéllar, además de conservar los oficios de maestresala y contador mayor, fue designado para formar parte del grupo de los diez gentiles hombres de cámara que debían estar en un contacto más estrecho con Don Juan. Y, por fin, en enero de 1497, recibió el nombramiento como miembro de plantilla de su Consejo, órgano que los Reyes Católicos decidieron crear para que su heredero comenzase a familiarizase con las tareas de gobierno y administración del reino, y para proveerle de un grupo de colaboradores de confianza, con los que pudiese contar cuando le llegase el momento de ceñir la corona.

Tanto el Contador Mayor como su familia gozaron de la plena confianza de Isabel la Católica y de su marido, el rey Fernando. Podemos destacar que su mujer, María de Velasco, intervino por encargo de la reina Isabel en la gestión de muy diversos asuntos de naturaleza "doméstica" en la Corte. Además, cuatro hijas del matrimonio llegaron a servir en palacio como damas de la reina en sus últimos años de vida. También desempeñaron oficios cortesanos varios de sus hijos varones, como Juan, quien entró a servir como paje de la reina Isabel en 1498, y de Gutierre, quien fue nombrado paje del príncipe Juan en 1496, y poco después recibió la merced del oficio de pregonero mayor de Castilla.

La muerte de Isabel la Católica en noviembre de 1504 marcó el inicio de una nueva fase en la historia política del reino de Castilla, caracterizada por grandes convulsiones, que afectaron tanto a Juan Velázquez de Cuéllar como al pequeño infante Fernando, quien había sido dejado por la difunta reina bajo su custodia. La muerte de Isabel la Católica privó a Juan Velázquez de Cuéllar de uno de sus principales apoyos en la Corte castellana, y abrió para él un período de incertidumbre, dado que resultaba difícil prever qué actitud adoptarían hacia su persona los nuevos reyes, Juana y Felipe, a los que venía sirviendo desde hacía meses como contador mayor. Sin embargo pocos días después de morir la reina Isabel se expidió una provisión a nombre de Juana, ya como reina, por la que ésta le confirmaba como tal contador mayor. Fue el rey Fernando el Católico el que, en su calidad de gobernador, la firmó. Y en el breve período de tiempo en que éste tuvo a su cargo el gobierno del reino, tras la muerte de su esposa, y en espera de que acudiesen su hija y yerno, aprovechó también para premiar a Juan Velázquez de Cuéllar con otra importante merced, la de la tenencia de la fortaleza de Arévalo, que había quedado vacante por muerte de Juan de Alvarnáez.

El cambio de régimen que trajo consigo la llegada de Juana a Castilla, y la asunción por parte de su marido del control de los órganos de gobierno de la Monarquía, con el consiguiente desplazamiento de Fernando el Católico, que se apresuró a abandonar el reino, apenas le afectó personalmente, puesto que los nuevos monarcas le confirmaron en los principales oficios que entonces había ocupado. Así, cabe destacar que por provisión fechada en Valladolid el 28 de julio de 1506, se le confirmó el oficio de contador mayor del reino, y por otra otorgada en Burgos el 13 de septiembre de 1506 se hizo lo propio con la tenencia de la fortaleza de Arévalo, de manera que las dos principales decisiones tomadas por Fernando el Católico durante su primera regencia no fueron cuestionadas por el nuevo régimen.

La relación de mercedes que Juan Velázquez de Cuéllar recibió del rey Católico durante su segunda regencia fue enorme, excediendo de este artículo enumerarlas. Sirven para destacar la mucha confianza que Fernando el Católico llegó a depositar en él.

Si bien esta segunda regencia del Católico representó sin ningún género de duda un momento dorado en la carrera política de Juan Velázquez de Cuéllar, por contraste, a la muerte del monarca en enero de 1516 se abrió para nuestro protagonista un período de signo completamente opuesto, dado que, en un breve intervalo de meses, el que se había destacado por ser uno de los personajes más influyentes de la Corte castellana se vio repentinamente privado del favor del rey y abocado al ostracismo.

Muy pronto comenzaron a manifestarse síntomas de que la brillante carrera política de Juan Velázquez de Cuéllar había tocado a su fin. El hecho determinante que precipitó su caída en desgracia fue su reacción ante la decisión del rey Carlos de ceder el señorío de las villas castellanas de Olmedo, Arévalo, Madrigal y Santa María de Nieva a la viuda del rey Fernando el Católico, Germana de Foix, en conmutación por una renta anual de 30.000 ducados, situados sobre el reino de Nápoles, de la que le había hecho merced su difunto marido en su testamento.

El contador mayor reaccionó ante la regia decisión como si de una grave afrenta contra su persona se tratase. Y de hecho sus actuaciones a partir de entonces fueron arrastrándole hacia una posición de creciente enfrentamiento tanto con la Corte de Bruselas como con la de Madrid, que terminó por arruinar su carrera política.

Cuando Juan Velázquez de Cuéllar recibió en septiembre de 1516 la notificación del rey desde Gante para que hiciese entrega de las villas de Arévalo, Madrigal y Olmedo y sus fortalezas a su nueva señora, Germana de Foix, se encontraba en Madrid junto con su familia, pero de inmediato se puso en camino hacia Arévalo, a donde llegó el día de Todos los Santos. Una vez allí convocó a los vecinos para que todos juntos tomasen una decisión sobre lo que se había de hacer, llegándose por unanimidad al acuerdo de que la real orden no fuese obedecida y se ofreciese abierta resistencia, si era necesario, para impedir que Germana de Foix tomase posesión efectiva del lugar.

El cardenal Cisneros, ante la manifiesta falta de disposición de la población de Arévalo a acatar la real orden, terminó inclinándose por el recurso a la fuerza de las armas, y envió al alcalde Cornejo al frente de tropas para que sometiese a los rebeldes. Después de largo asedio y aunque, al parecer no llegó a haber ningún choque armado, finalmente se optó por recurrir a la vía de la negociación, que resultó muy difícil y laboriosa. Y sólo después de que el cardenal Cisneros se comprometió a que, en breve plazo de tiempo, las villas cedidas en señorío a Germana de Foix serían reintegradas al realengo, Juan Velázquez de Cuéllar puso fin a la resistencia armada. Y, acto seguido, abandonó Arévalo para regresar a Madrid, donde pocas semanas después, el 12 de agosto de 1517, le sorprendió la muerte, cuando se encontraba, "perseguido por la reina viuda, y repudiado por Cisneros, todo por ser leal a la villa donde nació".

Y fijaos que Juan Velázquez de Cuellar, Contador Mayor en la época de los Reyes Católicos, Maestresala y miembro del Consejo del príncipe Juan, heredero de aquellos, tenente del palacio real y de la fortaleza de Arévalo, protector de Ignacio de Loyola, además de otros muchos cargos; ni siquiera lo hemos considerado nunca digno para que su nombre pudiera adornar la entrada y la salida de alguna calle de la antigua villa.

5 de octubre de 2011

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Muy interesante. Me resultan muy curiosas las historias de los que forman parte de la cara B de la Historia. Nací con los "vinilos", qué le voy a hacer...

Un abrazo, chicos.

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