MÁS CERCA DEL CENTENAR
En una mañana despejada de nubes y autoridades, con el sol brillando en lo alto y un viento calmo, me presenté a la cita. Es lo que tienen los anticiclones, que despejan el cielo y a veces hasta la Tierra.
Aunque llegué después de la hora marcada, subí por el camino largo. Estuve tentado de hacer como siempre, afrontar la pina cuesta, para acercarme por el costado norte a la iglesia. Pero recordando las palabras del sabio profesor Gutiérrez Robledo, sobre cómo debemos acercarnos a las iglesias, cual si de un cortejo amatorio se tratase, con sus fases de aproximación y seducción antes de consumar el acto del encuentro, decidí aproximarme demorando el momento. Subía por el camino sin poder dejar de mirarla, dejándome seducir por su serena belleza.
Me recuerda a una de esas damas, elegante y con una cierta edad. Tal vez con canas en sus sienes pero de belleza cautivadora, con el pelo recogido en una suerte de moño, con sus pendientes de plata, ojos claros, serenos y profundos. Con sabiduría acumulada desde hace siglos, por lo mucho que ha visto. Una de aquellas mujeres elegantes que el Romanticismo nos dejó, con vestidos oscuros y piel clara.
Sigo el camino, sin haber perdido detalle de su ábside, la elegante proporción de sus formas, intentando localizar todo lo que de ella me habían contado desde la última vez que estuve. Enseñanzas de los profesores Gutiérrez Robledo y Moreno Blanco, enamorados del mudéjar, y en especial de esta señora, la Lugareja.
Fue en diciembre cuando Mario nos propuso la anterior visita. Otro miércoles festivo que nos dejó el calendario, algo que ver con la Constitución. Y hoy, día del Pilar, la coincidencia de miércoles y festivo ha propiciado un nuevo encuentro. Uno de estos “momentos masa”, pues los encuentros íntimos, esos, a solas ella y yo, pocos saben cuándo se producen, como me pasa a mí con los de los demás. En aquella ocasión, como quedó dicho, no llegamos al centenar, y las impresiones de entonces nada tienen que ver con las que sentí hoy.
Nada más llegar saludo a sus propietarios, según dice la España catastrada y me asalta el dolor que siento por la falta de implicación de las autoridades municipales. Hecho en falta una mediación en el conflicto que nos priva a todos de la romería y de la libertad de visitar a esta gran señora, La Lugareja , cualquier día del año. Tal vez si los que creen quisieran a sus prójimos como a sí mismos, y los que anteponen sus intereses al interés general, y todos pensaran en el pueblo, al que dicen amar, no sería tan difícil encontrar, si no una solución, al menos un punto de encuentro y permitir que todos disfrutemos libremente de la belleza que desde hace siglos domina la llanura de pinos y cereal.
Hoy somos más, muchos más que entonces. Sé que me he perdido momentos mágicos, la culpa es de mi falta de puntualidad. Ha venido Chema y parte de su familia; hoy, además del equipo médico habitual, muchos ciudadanos y ciudadanas han querido acercarse a disfrutar de la mañana y de la iglesia. Foto de grupo, casi no cabemos en el encuadre, de haber venido algún responsable municipal, no habría habido sitio en la foto para alguno. No cuento los asistentes, no soy de esos. Soy más bien de presencias y sensaciones. Siento al que está, como a los amigos de Madrigal, que nos proveen de viandas, lamento que mi religión me prohíba consumir la mayor parte de ellas, tomo un vaso de agua y veo que los torreznillos, la tortilla de patatas, pan y vino tienen una cálida acogida. Al finalizar el almuerzo, una gorra para que se cumpla una ilusión, salvar Santa María del Castillo, en Madrigal, el de las Altas Torres.
Siento la presencia de Marolo Perotas que nos mira desde el camino del Torrejón, sin capa ni sombrero, pues no hace tiempo para ello; Julio Escobar nos observa con detenimiento desde la finca de Machín, nombre el de Machín, que por cierto ya aparecía a finales del siglo XVI en los papeles que hablaban de los límites del pinar de Arévalo, según me cuenta el Querubín que sabe latín, que es el que los sabe leer y los ha leído.
Siento a los que han querido venir, pero sus muchos compromisos sociales se lo han impedido; y siento a los profesores Gutiérrez Robledo y Moreno Blanco, que tanto y tan bien nos han hablado de esta señora, la Lugareja.
Noto la presencia entre los asistentes a los que sirvieron de modelo de las caras de la cúpula, esas que están enmarcadas por flores de piedra y la de los tres ángeles que rematan la cúpula. Y aunque es mediodía y el sol brilla en lo alto del cielo, sin nubes ni autoridades, está... la Luna llena.
Fabio López
Comentarios
Los aprendices deberíamos estarnos quietecitos ...
Gracias Fabio