La Lugareja


Fotografía de Chuchi Prieto
Como adelantado vigía de nuestra ciudad, al Sur y a dos kilómetros de la misma, sobre una colina a cuya falda murmura el Arevalillo, alzase coquetona y majestuosa una iglesia, resto de un antiguo monasterio, pregonero de un glorioso pasado y muy respetables y santas tradiciones.
Es en Arévalo general creencia que esta iglesia, es del estilo Mudéjar, del que a primera vista parece tener reminiscencias; pero, por otra parte, es tan típica, tan "sui generis", tiene tantos puntos de contacto con otras similares de la comarca, que la autoridad indiscutible del ilustrado arquitecto y docto académico don Vicente Lampérez la coloca en el grupo de las construcciones de estilo regional castellano, que hay que separar del Mudéjar, considerándolo —son sus palabras— por modo franco y resuelto como una transcripción esencialmente española de los estilos románico y gótico.
Desde luego, la disposición y la silueta general son las de una iglesia románico-bizantina de transición, con los tres ábsides semicirculares, crucero, cúpula y linterna.
Esta iglesia debió ser una gran basílica, cuyos pies fueron destruidos acaso en el siglo XVI, cuando la revuelta de las comunidades. El arranque de muros que se ven clara y distintamente en su imafronte y los restos de cimentación que en línea con aquellos se descubren a unos veintidós metros de la fachada, abonan esta fundada suposición.
La cabeza, que es lo que hoy contemplamos, y pudo ser salvada de la incuria de los tiempos, se compone de un compartimento central cuadrado (el crucero), con un ábside semicircular, y de dos naves laterales, compuestas cada una de un cuerpo cuadrado, otro rectangular y un ábside semicircular también.
Los tres ábsides se cubren con bóvedas de horno apuntadas y al exterior; lo mismo que la fachada lateral presentan altas arquerías ciegas. Todos los arcos constructivos (torales, de apoyo y bóvedas) son apuntados, de medio punto los secundarios (arquerías y ventanas).
La obra es totalmente de ladrillo, con grandes tendeles, y el aparejo, notabilísimo por lo perfecto.

Mariano Guerras
Tierra Castellana  - 1917

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