La España negra de Goya
"Saturno devorando a su hijo", Francisco de Goya, 1819-23
"Los fusilamientos de La Moncloa", Francisco de Goya, 1814
Con esta obra sobre los sucesos de la madrugada del 3 de mayo de 1808, cuando un nutrido grupo de ciudadanos de Madrid, sublevados contra el ejército de ocupación francés, son fusilados fuera de la ciudad, Goya convierte a las víctimas, perdedores de este enfrentamiento, en los únicos y absolutos héroes de su obra.
Es el triste destino de un pueblo que poco a poco va acuñando la idea de "España duele". Se teñirán de negro nuestras pinturas, reflejo fiel de las almas de una sociedad que ya a primeros del siglo XIX, está a punto de perder toda esperanza de futuro, sobre todo una vez que "el deseado" Fernando VII, traidor en realidad, dé al traste con la Constitución de 1812.
Ese grito interior, mudo de espanto, que Goya pudo dejar en las paredes de la Quinta del Sordo, sería el principio del sentimiento trágico de esta España Negra que traiciona a los que dan la vida por ella. Y a los que no. A todos. Igual que un Saturno -o Cronos, dios del tiempo no por casulidad- desgastado, fantasmagórico, loco, fagocita a su joven vástago, el decrépito Antiguo Régimen asesinaba el conato de un tierno pero madurado parlamentarismo que con "La Pepa", sólo mostraba su deseo de instaurar la soberanía popular.
Es la toma de conciencia de la España Negra. Es negra la que traiciona y también es negra la tracionada, la que sufre, la que no logra levantar cabeza. Es la misma que sucumbirá, al menos retórica y definitivamente, con el bombardeo de la villa de Gernika durante la Guerra Civil española y que Picasso nos recordará con su gran cuadro sobre la tragedia nacional.
Recorrer el camino tortuoso, pero clarividente, del arte en España entre 1814 y 1975, sembrado de retratos de un mundo oscuro con personajes sombríos, tristes, de alma torcida, tan opuesto a la vivarachera y exótica imagen que de esta tierra quisieron dar los viajeros forasteros que la cruzaron en el siglo XIX, es lo que os proponemos en esta primera etapa de la Sala de Arte. Quizá nos ayude a comprender que el arte, antes que por bello, es ARTE porque es brutalmente conmovedor.
(Marta López Beriso)
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