La calle del Horno
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Palacio de Lópe de Río. Colección Diputación de Ávila. |
Esta vía angosta y sórdida, empedrada con reluciente canto
pelón, sujeto por tosco bordillo en la acera de la diestra mano y suelto por el
lado izquierdo, por el que corren trozos de mezquinas y barrosas tapias,
comienza en la histórica plaza del Real —hoy del generalísimo Franco— y termina
en la típica de la Villa, llamada un poco tiempo de Felipe Yurrita.
El primitivo nombre de la calle que vamos a describir le tomó del
horno de los Hungrías, adquirido por la Compañía de Jesús en el siglo XVI, a
raíz de ser dueños los avispados Teatinos del molino harinero sobre el Adaja y
de numerosas casas y solares en los aledaños del Teso Viejo, de la calle
antigua de San Martín y de la encuestada de Entremedias.
La tahona de los Jesuitas era muy celebrada, pues además de
abastecer de pan a su colegio, surtían a gran parte de los vecinos de la Villa
y socorrían a pobres y viandantes cuando los panaderos particulares y los de
los pueblos inmediatos no fabricaban lo suficiente para cubrir las necesidades
de la población.
Expulsada la Compañía en 1767, el horno pasó a ser propiedad del orondo don Antonio López y más tarde del «tío» Lucio de la Mota, a la sazón
cabo de los serenos, de esos serenos bigotudos del Ochocientos que cantaban las horas y se «liaban» a garrotazos con
los bebedores que se pasaban de la raya.
El horno y sus casuchas tristonas y reviejas fueron derribadas en
1914 para construir su espléndida y confortable morada don Manuel Martín Sanz,
aquel alcalde serio, justiciero y económico que nació en Melque (Segovia) el
1851 y murió en la casa de sus ilusiones el 10 de abril de 1924. Casa de
graciosísima y chistosa leyenda gitanesca.
En la entrada de la calle, de la que forma parte el jardín del
Ayuntamiento, se encerraban los novillos, luego de ser corridos y apaleados por
los entusiastas en aquellas famosas y accidentadas capeas que se celebraban en
la espaciosa plaza del Real los días del Apostol Santiago y las Virgen de
Agosto, los que, como es sabido, los pedía el pueblo alborotado y enardecido el
día de nuestro mártir y glorioso Patrón San Victorino.
La casa señalada con el número 2 fue levantada a expensas de don
Ignacio Osorio, padre de aquella simpática y bellísima dama, doña Sira, que
casó con el notable y elocuente jurisconsulto don Manuel Zancajo Baig.
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Fabrica de Pastas. Colección Marina Martín. |
En la señorial mansión, de salas amplias y patio puramente
castellano, se hicieron las reformas estrictamente precisas para fundar el
primitivo colegio de Nuestra Señora de las Angustias.
Suspendido este por «chinchorrerías» pueblerinas, aposentáronse
los salesianos en el inmueble en 1944, mientras se determinaban las obras del
magnífico, soberbio y despejado edificio que hoy ocupan. El caserón, poseído en
nuestros días por el conocido y competente industrial don Florentino Zurdo
Antonio, está destinado a fábrica de pastas para sopa, cuya inauguración se hizo el
9 de febrero de 1949. Colindante está la casa llamada de Correos, porque en
ella estuvo a principios del siglo en curso el servicio de correspondencia, y
en ella tomó posesión de administrador, hace la friolera de cuarenta y cinco
años, nuestro particular amigo don Ángel Carmona.
En dirección a la calle de la Fragua hace esquina la residencia
que fue de don José Carraffa, de aquel hombre alto, corpulento y bonachón que
tanto se distinguió tocando el violín en las veladas musicales celebradas en el
Centro Instructivo allá por el novecientos, al lado del gran pianista y
director de la Banda Municipal, don Vicente Alonso Arias.
Anteriormente se estableció allí el colegio de Santo Tomás de
Aquino, dirigido por don Alejandro Paradinas, siéndonos muy grato enumerar,
entre los discípulos más aventajados, al inspirado poeta Hernández Luquero, al
celebérrimo escritor taurino Maximiliano Clavo y al popular becario Antonio Gay
Villa, estos últimos fallecidos recientemente,
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Medianera a la de Lópe de Río. Colección Diputación de Ávila. |
En 1916, a petición de don Vicente de Río Careaga, general de
División y ayudante de su majestad el rey don Alfonso XIII, por la insensatez e
incomprensión de la Corporación Municipal, o por estimar la idea del caprichoso
soldado, se cambió el rótulo histórico, castizo y bello de la calle del Horno
por el de doña Guadalupe Cervantes Sáez, sencillamente porque esta señora, en
una catástrofe hispanoamericana auxilió y facilitó recursos a un centenar de
españoles con la abnegación y el cariño que saben hacerlo millares de piadosas damas cuando se trata de obras
benéfico-sociales o de favorecer a cualquier infortunado, dándose aquí el caso
paradójico que entre los damnificados no había ni un solo arevalense.
Don Vicente, en su desaforado deseo, bien podría haberse acordado
de otros ilustres y destacados arevalenses.
Marolo Perotas.
Octubre de 1956
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