La Historia (I)
Marolo Perotas. |
Queremos pues ser puntuales y
verdaderos, aunque por no ser historiadores, que ni lo somos ni presumimos de
ello ni falta que nos hace, permitidnos ser apasionados, apasionados de la
historia y el patrimonio cultural de esta Ciudad y de esta Tierra que nos contiene y nos sustenta.
Dicho esto empezamos por decir
que en el apartado dedicado a la Leyenda hicimos referencia a la afirmación que
del lugar hacía Marolo Perotas: «…en cuyo
terreno, según la tradición se levantaban sobre graníticas peanas las cruces de
madera, acogedoras y adornadas por la belleza y frondosidad de plateados álamos
y de dos rústicos leones de piedra, colocados a la entrada del área como
símbolo del valor y del coraje de la invencible raza hispana».
Juan José de Montalvo, en su reseñado libro “De la
Historia de Arévalo”, apartado titulado “Notas sobre Arévalo en el año 1760”, nos hace saber que «con motivo del cumplimiento de varios Decretos del Rey
Carlos III para la extinción de las Rentas Provinciales y otros ramos y
subrogación de su importe en una sola contribución, se nombró en la Villa de Arévalo
y se les juramentó en público Ayuntamiento a ocho peritos de los más
significados entre labradores y comerciantes por sus conocimientos extensos de
las cosas de esta Villa, para que después de meditado estudio informasen conforme
a un extenso formulario de preguntas que abarca todos los bienes y utilidades,
tanto reales como personales, sobre los que podría imponerse la tributación.
…
Parque Gómez Pamo. Primer tercio del siglo XX. |
Volvemos a Marolo Perotas que nos dice que: «La invasión
napoleónica, a su paso por Arévalo, derribó las cruces, destrozó la tupida
alameda y cortó la cabeza a los leones, dejando el infortunado recuadro en el
más vergonzoso y desolador aspecto; pero don Nicasio Varadé Sisí, en vista de
que era un sitio muy visitado frecuentemente por todas las clases sociales,
retiró las peanas, taló los árboles cañosos y con los más derechos y
corpulentos formó una calle a la que dieron los vecinos el nombre de paseo de
la Alameda».
Montalvo nos asegura que don
Nicasio Varadé Sisí fue alcalde constitucional de Arévalo en el año 1866.
Podemos colegir, por tanto que ese año se repararon los destrozos que las
tropas napoleónicas, a su paso por nuestra Ciudad, habían dejado en el aún incipiente parque.
Sabemos que algunos años después,
en 1874, don Rubén Varadé Sisí, actuando también en su condición de alcalde
constitucional «plantó lilares, rosales y lirios, muchos lirios,
e instaló una noria (…), para que las pobres plantas no fueran
víctimas de las terribles y pertinaces sequías».
Parque Gómez Pamo. Otoño de 2016. |
Como podéis ver, hasta ahora, no
nos hemos encontrado con ningún dato que avale las palabras proferidas en un
medio radiofónico por Agustín Carpizo, responsable de Medio Ambiente (sic) del Ayuntamiento de
Arévalo, respecto a que el lugar fue una escombrera. Sí hemos constatado que, según relatos históricos, entre los años 1808
y 1811, las tropas de Napoleón, a su paso por Arévalo y su Tierra, nos trajeron
destrucción y ruina en general y arrasaron, entre otras cosas, la hermosa alameda que entonces
allí había, jalonada de cruces y con dos hermosos leoncitos de piedra.
Y a día de hoy no hemos necesitado tropas francesas que arrasen con nada. Nosotros solos nos bastamos y sobramos para ello.
Y a día de hoy no hemos necesitado tropas francesas que arrasen con nada. Nosotros solos nos bastamos y sobramos para ello.
(continuará)
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