¿Funerario otoño?


Siempre me ha llamado la atención el hecho de que el romanticismo español sea realmente tan lúgubre, aunque ya sé que por todas partes hubo bastante de esto, pero muy de otro modo, y yo creo que en ese romanticismo nuestro se coló bastante de tufillo barroco.

Una cosa es que el otoño, efectivamente, sea la stazione chi fa male al mio cuore, que decía Umberto Saba, porque melancolía y disolución tiene, desde luego; pero también hace tan portentoso despliegue de rojos y dorados en casi infinitos matices: el magenta, el sepia, el color tabaco, el rojo burdeos, la púrpura, la llama; y estos son realmente una fiesta. Otra cosa es el desnudamiento que sigue, que puede hacer de un árbol una horca o un esqueleto; pero al fin todo desemboca luego en esos días y noches de los que se habla en el Macbeth de Shakespeare, en los que el aire es el más cristalino del año, y en sus noches no influyen los negros poderes de nocturnos.

Hoy, las estaciones del año son vividas en otro tipo de civilización que a veces no nos permite su experiencia y saboreo, pero ahí están de todos modos. Y el otoño con su hermosura. Me intriga que el romanticismo nos lo tornara tan fúnebre, y que hubiese hecho un cliché de ello.
José Jimenez Lozano
Fotografía de David Pascual

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