LA UNIVERSIDAD DE LA TIERRA DE ARÉVALO Y SUS SEXMOS

Un sexmo fue una división administrativa medieval que generalmente comprendía una parte del término rural dependiente de una ciudad. Los sexmos fueron una división administrativa circunstancial que, en un principio, equivalían a la sexta parte de un territorio determinado, aunque posteriormente el número de sexmos pertenecientes a una determinada Comunidad de villa y tierra podía aumentar o disminuir.
En cada sexmo había un procurador de Tierra que recibía también los nombres de procurador común o sexmero. 
En cada sexmo los labradores pecheros elegían al sexmero. Todos estos procuradores o sexmeros eran los representantes y portadores de la voz de todas las aldeas, representándolos ante la ley. Aunque sus funciones fueron variando según el momento histórico, principalmente realizaban las siguientes actuaciones concejiles:

· Oficiales recaudadores de impuestos.
· Repartidores de terrenos concejiles.
· Administradores del patrimonio territorial del común de los vecinos.

Fueron genuinamente castellanos y nacieron con el pueblo labrador, conquistando paso a paso sus privilegios a cambio de grandes sacrificios, llegando a obtener el reconocimiento de su vida legal, durante el siglo XV.
En el año 1219, el rey Fernando IV, en el arreglo que hizo entre los caballeros de Arévalo y de las aldeas, ya habló de nuestros sexmos. Parece innegable, en opinión de Montalvo, que los señoríos que ejercieron los cinco linajes, la Iglesia y el Concejo, aunaron los pue­blos y así se formaron estos agrupamientos.
En los documentos revisados por Juan José de Montalvo la historia de los sexmos alcanza desde el siglo XV y, del estudio de estos pergaminos, se permite asegurar que su conjunto constituye el verdadero Fuero de la Tierra de Arévalo.
Entre estos papeles refiere una descripción de cómo estaban organizados en cuanto a sus individuos y funciones:
«La Universidad de la Tierra de la villa de Arévalo se compone de los individuos siguientes:
Dos procuradores generales, uno con el titulo de antiguo y el otro moderno, que sirven cuatro años. Seis sexmeros con el nombre de contadores, que residen cada uno en su sexmo, de los seis de que se compone su tierra. Además de estos había otras personas y oficios necesarios para el normal servicio y correcto funcionamiento de la Universidad de la Villa y Tierra. 
Los sexmos se reunían: el de la Vega, en San Cristóbal; el de Aldeas, en Castellanos; el de Sinlabajos, en Palacios de Goda; el de Rágama, en Rasueros; el de Orbita, en Montuenga, y el de Aceral, en Nava de Arévalo, y cada uno nombraba su fiel de hechos, que llevaba los libros.
De cargo de los procuradores y contadores es formar todos los repartimientos de Martiniegas, Mestilla y Puentes, que en cada año se cargan sobre la tierra y la cobranza de ellos; el formalizar los pagos está a cargo del procurador general más an­tiguo, al que está unido la Depositaría.

No poseyó bienes la Universidad de la Tierra de Arévalo.
Los repartos eran asignados en relación con el número de pechas encabezadas a cada localidad, y eran ordinarios o fijos y extraordinarios, según que se recaudasen todos los años, o atendiese su imposición a una necesidad pasajera.
El reparto ordinario de Martiniegas, así llamado por que solía hacerse en San Martín, recaudaba cantidades pa­ra las atenciones siguientes: Pago de la alcabala real; mantenimiento de las casas ; parte del sueldo del corregidor; parte del sueldo de los regidores perpetuos de la villa; parte de los salarios asignados al médico, al cirujano y al maestro; el salario de los dos procuradores, seis contadores y seis sexmeros; pago de letrados y procuradores de causas en Arévalo, Valladolid, Madrid y donde fueron necesarios; pago de escribanos y verederos y gastos de comidas y hospedaje en la casa de la Universidad y pago de servidumbre.
El reparto ordinario, conocido con el nombre de Mestilla, se recaudaba entre los ganaderos de reses lanares, vecinos de la Tierra, y con ello se pagaba lo concertado con el Consejo de Mestas, además de los salarios y gastos de sexmerías.
En el repaso de los distintos libros de cuentas relatados por Montalvo encontramos cantidades empleadas en la protección de los huérfanos; en el amparo de niños expósitos; en arreglos de testamentarías; en aplicar la justicia en los salarios de los obreros de labor; en el exterminio de lobos y alimañas; en hacer desaparecer los diezmos que cobraba el Obispo en las soldadas de los mozos de labor; en reducir el pago de Mestas y Alcabalas y otros impuestos; en proporcionar el surtido de cereales y carnes durante las épocas de revueltas y calamidades; en celebración de misas y sufragios en los altares de la Patrona y San Francisco; en reparar las fuentes, los muros y los caminos de su tierra; y, después de los tristes días siguientes al 24 de Diciembre de 1808, en que Arévalo fue horriblemente saqueado por las tropas francesas, fue la tierra la que con sus ayudas en dinero salvó a muchos de sus vecinos, víctimas de los robos, de las garras de la miseria.

De las casas de que disponían los Sexmos queremos destacar hoy la llamada así precisamente, Casa de los Sexmos. Se encuentra en la plaza de la Villa y fue sede de la institución hasta 1530 en que pasó a ser lugar de alojamiento de los sexmeros. Se dice que en su sala de juntas se ratificó el Tratado previamente firmado en Tordesillas, que delimitaba la línea divisoria entre las posesiones de Portugal y España en el territorio americano recién descubierto.
Este singular edificio que ha pasado por diversas vicisitudes, terminó por soportar en el año 2006 una de esas torpes intervenciones rehabilitadoras que tanto daño hacen al patrimonio histórico. Se tuvo la infeliz ocurrencia de derribar un muro de más de 500 años de antigüedad y sustituirlo por una cristalera que a modo de escaparate permite ver y ser visto desde dentro del recinto. Una cristalera que, gracias a la desidia de varios años de casi abandono, ha terminado por estar sumamente deteriorada por el golpeteo constante de las piedras que saltaban al paso de los vehículos automóviles que circulan por los escasos y malogrados restos de una plaza de la Villa que en otro tiempo fue plaza medieval. 
La casa de los Sexmos, en fin, ha terminado por convertirse en “Arevalorum”, un contenedor de no más de 147 metros cuadrados en el que se han colocado algunas piezas de diversas épocas, cedidas en su mayor parte por vecinos de Arévalo, y al que de forma, a nuestro entender, un tanto pomposa se le va a llamar museo.
Tiene, al menos a nosotros así nos parece, algunas carencias que creemos necesario hacer notar:
  • Es enormemente pequeño. Un museo de 147 metros cuadrados de exposición está tan sumamente limitado que para colocar algo nuevo es preciso retirar parte de lo ya expuesto. 
  • Al ser tan escaso de espacio, los objetos expuestos conforman un algo de batiburrillo en el que se mezclan con poco orden piezas calcolíticas, objetos tardo-romanos, elementos medievales y maquetas elaboradas en el siglo XX.
  • Nos parece en exceso provinciano. Un edificio amplio y por tanto con posibilidad de añadir nuevas salas hubiera permitido hacer un verdadero Museo de la Historia de la Tierra de Arévalo. Como hemos visto en esta lección y en otras muchas, Arévalo es no solo la ciudad, que fue antigua villa, es también, y de ella forman parte todas y cada una de las poblaciones del territorio. Sin el territorio, sin la Tierra, Arévalo no tendría entidad y la Tierra de Arévalo tiene suficiente patrimonio para haber podido crear un museo referente en cuanto a excelencia y lejos ya de esa mediocridad característica a la que tanto recurrimos y que tan poco nos aporta.
  • Además, nos ha parecido notar que, habiéndose expuesto varios libros cuya temática está, en mayor o menor medida, relacionada con esta ciudad, falta el titulado “De la historia de Arévalo y sus Sexmos” (Común de vecinos, Ayuntamientos y Linajes), que Juan José de Montalvo, Doctor en Derecho y de unos de sus cinco linajes, publicó en el año 1928 y que ha sido y sigue siendo referente imprescindible en cualquier estudio o trabajo relacionado con la historia de Arévalo y su Tierra.
10 de agosto de 2011

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