Nota de prensa
En los últimos días, desde “La Alhóndiga de Arévalo”, Asociación de Cultura y Patrimonio, se han formulado dos solicitudes al Excmo. Ayuntamiento de Arévalo relacionadas ambas con la cultura y el patrimonio de esta localidad.
El pasado 29 de septiembre se presentó escrito solicitando que, desde el Ayuntamiento, se propicie una intervención en la zona conocida como “Rincón del Diablo” con el fin de sujetar y consolidar el cubo y los paños de muralla medieval que se encuentran, en la actualidad, en riesgo avanzado de ruina.
Igualmente se pide actuar en dicho entorno, limpiando la zona y creando un bello mirador desde el que asomarse al poniente de nuestra Ciudad. Desde este lugar se pueden contemplar los puentes mudéjares bajo una perspectiva privilegiada, una parte del río Arevalillo así como los restos del molino “Valencia” o molino “Quemao”.
Además se hace notar que la localización de ese rincón es muy próxima a la plaza del Arrabal y al recorrido habitual que los visitantes que llegan a nuestra ciudad como turistas hacen para visitar la iglesia de San Juan, la de San Miguel o el mismo castillo de Arévalo. Es, también, un punto de encuentro entre lo que fue la villa amurallada y el barrio morisco.
Se propone así mismo que puedan colocarse paneles informativos que aportarían datos muy interesantes sobre diversos aspectos relacionados con la historia del “Rincón del Diablo” en particular y de Arévalo en general.
Por otro lado, el pasado 18 de octubre, se presentó escrito solicitando que, teniendo en cuenta que el escritor Julio Escobar Cubo fue uno de los hijos más preclaros de nuestra Ciudad, dejando no solo un legado cultural de reconocido nivel sino también un importante legado patrimonial a su Arévalo natal, se tenga todo esto en consideración y se realicen obras de reparación y mantenimiento en el panteón en el que Julio Escobar descansa junto a su mujer Sagrario Faura, en el cementerio de nuestra Ciudad.
Entre los años 1926 a 1929 fue director de “La Llanura” en su segunda etapa, la etapa más gloriosa del histórico semanario.
Dedicó buena parte de su tiempo a las letras, con una prosa castiza y tradicional en novelas de corte social, ambientadas en el medio rural que tan bien conocía.
Entre sus novelas más relevantes podemos destacar: “Teresa y el Cuervo” (1952) “Cinco Mecanógrafas y un millonario” (1955); “La viuda y el alfarero” (1957); "Una cruz en la tierra" (1959); "El viento no envejece" (1964); "Se vende el campo" (1966); "La sombra de Caín" (1968) o "Vengadores de cenizas" (1970).
Es autor también de interesantísimas guías de viaje o gastronomía tales como: “Azulejos españoles, pasiones-costumbres-paisajes” (1947), “Andar y ver: breviario de un observador” (1949) o "Itinerario por las cocinas y bodegas de Castilla" (1965).
A Madrigal de las Altas Torres (Ávila) le dedicó "El hidalgo de Madrigal" (1951) y a su Arévalo natal, de forma explícita, "El novillo del alba" (1970-71).
Murió el 30 de julio de 1994 en la localidad madrileña de Los Molinos.
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