Fantasmas

Pululan día y noche
sin orden y sin concierto,
con trasnochado discurso
que tienen por justo y cierto.
Pláticas y homilías,
prédicas y parlamentos
vacuos, fútiles, pueriles,
que vierten con gran contento.
Su auditorio alimenta
un ego de tal tamaño
que al mismísimo Narciso
resultara harto extraño.
Indoctos en casi todo,
sabios en ninguna ciencia,
de la incultura hacen fama,
presunción de sus carencias.
Al ilustrado cuestionan,
replican al erudito
con altos razonamientos:
el improperio y el grito.
Vagan caminos sin rumbo
según cómo sople el viento,
dosis de autocomplacencia
son su mejor alimento.
Adalides de chapuzas,
envueltos en su complejo
topan con la realidad
cuando miran al espejo.



De mi próxima obra: "Esos felices idiotas".

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