La Leyenda

Vista general de Arévalo desde el Norte.
Colección Emilio García Vara.
Archivo Fotográfico de "La Alhóndiga".
De hacer caso a Juan José de Montalvo y a Emilio García Vara, las primeras leyendas sobre el lugar se remontan al año 746, en la época de la Reconquista.

En el libro “De la Historia de Arévalo y sus sexmos” encontramos estos párrafos:

«… al servicio del rey don Alonso I fué una de las cinco casas y caballeros que restauraron y conquistaron de los moros esta muy noble y leal villa de Arévalo, por los años del Señor de 746».

«Y con la venida felicísima del esclarecido y alto rey don Alfonso, el primero de este nombre, …, vinieron estos cinco caudillos, conviene a saber: Juan Briceño de Porres, Hernán Martínez de Montalvo, Juan Verdugo, Gómez García Sedeño y Garcitapia. De los cuales consta que como estuviesen en compañía del buen rey don Alonso sobre esta muy noble y leal villa de Arévalo, que estaba apoderada de los moros, suplicaron al rey que pues a ellos les tocaba la defensa de su patria, les fuese concedido el poder retar a singular desafío a los moros, y que el rey lo concedió, señalando por campo y palenque el campillo, y hoy se llama así por haber sido en aquellos tiempos el campo de la esclarecida batalla que tuvieron estos caballeros contra los moros».

Portada del libro "De la Historia de Arévalo"
de Juan José de Montalvo.
«En el extendido campo cuyo panorama se domina desde la alta muralla Sur de la villa de Arévalo, se contemplaban frente a frente los gentíos de moros y cristianos, separados por amplia pista y limitados los segundos por la línea de tiendas del ejército real y los primeros por un cordón de mandatarios previamente ordenados por el Sahib».

Proceden de los Memoriales de Ossorio Altamirano y de autor desconocido (un tal Montes). Nos hacen saber que el campo y palenque en que se dirimió la conquista de Arévalo, en el año 746, fue el que más tarde se conoció como "Campo de la Grama", "Huerto de la Grama", "La Alameda" y, hoy, "Parque de Gómez Pamo".

Por su parte, Emilio García Vara, en sus crónicas inéditas sobre diversos aspectos de la historia de Arévalo, le dedica un pequeño capítulo a “El Campillo” en el que dice: «Hoy titulado Parque de Gómez Pamo, en cuyo lugar se llevó a efecto el desafío entre los cinco moros abencerrajes y los cinco capitanes del ejercito cristiano, hijos de Arévalo, en el año 746, el 14 de septiembre».

Muchos años más tarde, hacia 1214, y según nos relata el gran cronista que fue Marolo Perotas, el mismo San Francisco de Asís, marca los terrenos del "Campo Santo" en el que el seráfico padre fundó el convento de franciscanos y que lindaban al Sur  con los que con el tiempo llegarían a ser los de "la Alameda".

Restos del convento de la Santísima Trinidad.
Colección Emilio García Vara.
Archivo Fotográfico de "La Alhóndiga".
Tan solo un año después, en 1215, los padres San Félix de Valois y San Juan de Mata, al tiempo que estaba en Arévalo San Francisco, con quien celebraban sus coloquios en la huerta llamada «La Grama», fundan a orillas del Arevalillo y para la redención de cautivos el convento de la Santísima Trinidad.

Explica el mismo Perotas que al lugar «se le conocía con el nombre del “Huerto de la Grama”, sin duda por la gran cantidad de grama que criaba el arenoso y soleado erial, en cuyo terreno, según la tradición se levantaban sobre graníticas peanas las cruces de madera, acogedoras y adornadas por la belleza y frondosidad de plateados álamos y de dos rústicos leones de piedra, colocados a la entrada del área como símbolo del valor y del coraje de la invencible raza hispana».

En resumen el lugar se llamó primero “El Campillo”. Fue el palenque en el que los cinco caballeros cristianos, con gran arrojo y coraje, pelearon contra los cinco abencerrajes reclamando la posesión de la antigua villa arevalense, entonces en mano de los moros.

Parque Gómez Pamo.
Hacia el año 2009.
Colección Juan C. López.
Más tarde, en los albores del siglo XIII, los fundadores de los exconventos de los franciscanos observantes y de los trinitarios, San Francisco de Asís, San Félix de Valois y San Juan de Mata, tenían sus conversaciones y debates en el entonces conocido como Campo de la Grama, a la sombra de los imponentes álamos que ya entonces jalonaban el legendario lugar.

Y luego, formando parte del exconvento de la Santísima Trinidad, al lugar llamado ya “Huerto de la Grama”, le adornaban una serie de cruces de madera montadas sobre peanas de granito, y la belleza y frondosidad de plateados álamos y de dos rústicos leones de piedra.

El “Parque Gómez Pamo” pues, en los tiempos legendarios y según narran historiadores y cronistas de talento contrastado, tiene ya su importancia  y no, desde luego,  ni como escombrera ni como nada que pudiera parecérsele.

(continuará)

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