Algunas reflexiones en torno a la visita al acueducto romano de Segovia

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Decir que en torno a los prolegómenos de la excursión realizada el pasado 12 de junio. domingo, a la infraestructura del acueducto de Segovia, se nos plantean algunas reflexiones que queremos compartir.

¿Os pasa a vosotros que, en general, consideráis a los romanos como los malos? Al igual que pasa con los indios americanos, y seguramente muy influenciados por las películas (Ben-Hur, Quo Vadis, Espartaco), parece que, en general, consideramos a los romanos como mala gente. Los cómics de Astérix no ayudan a mejorar su imagen.

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¿Sois conscientes de que si el cartaginés Aníbal Barca hubiera entrado en Roma (nadie sabe por qué no llegó a entrar en ella), tal vez, y solo tal vez, la historia, tal y como la conocemos, podría haber sido completamente distinta? Al parecer, el bueno de Anibal, una vez situado a las mismas puertas de Roma, no entró en ella. Así ocurrió que los romanos tuvieron tiempo de sobreponerse, derrotar a los cartagineses y seguir adelante con su proyecto de Imperio Romano.
¿Sabéis que lo que conocemos como Acueducto de Segovia es solo un parte del acueducto de Segovia? Acueducto significa conducción de agua, y eso es precisamente el de Segovia. Es una conducción que, desde el azud del río de la Acebeda, cerca de la localidad de Revenga, llevaba agua pura y cristalina hasta lo más alto de la antigua ciudad romana. La imagen que todos asociamos al Acueducto de Segovia es la imponente y monumental arquería que servía para que la conducción de agua (el acueducto) salvara la depresión de 28 metros existente en lo que hoy es la plaza del Azoguejo.


Un canal pequeño. Si has tenido oportunidad de ver el documental  de RTVE "Ingeniería Romana: Acueductos (1)" y comparas el canal de agua del acueducto de Nimes con el de Segovia la conclusión es que el nuestro es mucho más pequeño. Mientras el canal de Segovia abastecería de un máximo de 1720 metros cúbicos de agua por día, el de Nimes transportaba unos 200.000. Esto nos lleva a pensar que Segovia debió de ser una pequeña ciudad romana. Sorprende que para un canal pequeño, en comparación con aquel, se construyera una arquería tan sumamente magnífica.


La leyenda del Acueducto. Se cuenta que una joven subía todos los días con un cántaro hasta lo más alto de la montaña y bajaba con éste lleno de agua. Un día, harta de ello, pidió un deseo al diablo: que construyera algún medio para que no tuviera que subir y bajar todos los días con el cántaro. Por la noche se le apareció aquel y le concedió el deseo a cambio de que, si conseguía terminar el acueducto antes de que cantara el gallo, le tendría que dar su alma. La joven accedió y el diablo comenzó a construir el acueducto, momento en que la muchacha se arrepintió de haberlo deseado. Justo cuando le quedaba una piedra para terminar cantó el gallo, lo que hizo que el demonio perdiera la apuesta y la joven no perdió su alma.


El ciego sol, la sed y la fatiga. La amable ciudad ofrece sus amplias y arboladas avenidas al curioso viajero que quiere pasear, tranquilo y sosegado, por ellas observando lo que aquella le ofrece. En el arranque de la calle Cañuelos desde la avenida Padre Claret comienza la parte del acueducto que, un poco más adelante, se transforma en el monumento que todos conocemos como Acueducto de Segovia.

La iglesia de la Vera Cruz, la Fuencisla y el arroyo Clamores. En la imponente iglesia de la Vera Cruz disfrutamos de un sosegado descanso, contemplando la mesa altar que hay en el piso alto del Edículo, aprovechando para hacer fotografías del interior del templo.
Más tarde bajamos hasta la zona de la Fuencisla. Un espacio verde en el que las excepcionales vistas del Alcazar se imponen sobre cualquier otra cosa de las que hay en el entorno.
Y qué decir del paseo por la zona del Arroyo Clamores. Un espacio natural perfectamente integrado en la ciudad.
En este caso solo nos queda una reflexión: "Tenemos de volver en más ocasiones". El Museo, la Judería, el convento de Carmelitas, el Santuario de la Fuencisla. Nos queda mucho que ver aquí.

Juan C. López

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