No estamos todos
Fotografía de Luis José Martín García-Sancho |
“¿Estamos todos? ¿Falta alguno? ¿Usted, Fabio?” Así comenzaba invariablemente las clases un profesor que tuve en
mi juventud. Era su forma de pasar lista a la clase. El preguntarme a mí era
porque antes de iniciar sus explicaciones de la asignatura, solía yo, brazo
levantado para pedir la palabra, plantearle alguna cuestión sobre lo último que
nos hubiera explicado en la anterior clase. Respondía mis dudas y continuaba
avanzando en la materia en la que debía aleccionarnos. Y así avanzando era la
forma de construir. Avanzábamos en las diferentes asignaturas y se iban
construyendo unas nuevas personas, día a día.
Viene esto de mi recuerdo a
propósito de las visitas a Arévalo, una la que organizó “La Alhóndiga” el
pasado domingo 16 de febrero y la otra la organizada por “ASADHOS” el sábado 22
del mismo mes. En la del domingo, se trataba de recorrer ciertas calles del
casco histórico de la ciudad, con especial interés en el Palacio de los Sedeño.
Fotografía de Julio Pascual Muñoz |
Fotografía de Franxu Ramos |
Sorpresa fue también para muchos
poder visitar por dentro el Palacio de los Sedeño. Ver sobre el terreno lo que
queda y hacernos una idea de lo que pudo ser en su día ese imponente edificio.
Para los más imaginativos queda el poder figurarse lo que podría llegar a ser
si hubiera un poco de lo que tendría que haber. Subieron muchos al torreón,
pasearon su interior y recorrieron todos los recovecos accesibles. Para pasar a
continuación hasta la plaza de la Villa por la calle Palacio Viejo, dejando a nuestra
diestra la calle del Obispo; en un recorrido que muy bien, porqué no, hiciera
de niña una reina que se llamó Isabel junto con ayas y sirvientes para bajar al
mercado.
Entrar en la plaza de la Villa y
acercarse al rincón de la Corraliza puede ser otra de las agradables sorpresas
que puede encontrarse alguien que no lo haya hecho nunca. Incluso aquellos que
lo han experimentado en numerosas ocasiones, verán cómo la luz del día y las
nubes e infinidad de detalles pueden cambiar nuestra percepción. Y así,
paseando y degustando el sabor que, pese a todo aún perdura en las calles de
Arévalo, fuimos llenando la mañana de nombres que evocan un pasado bastante más
glorioso que el presente que ocupamos. Calle de san Ignacio de Loyola, con la
sorpresa para algunos del estado que presenta el antiguo colegio de los
jesuitas y la iglesia de san Nicolás, ruinas, ruinas, ruinas...
Fotografía de Julio Pascual Muñoz |
Callejón de los Novillos, la calle
de Entrecastillos, la calle de la Casa Blanca y al fondo la iglesia de san
Juan. Allí junto a la cruz que tantos juegos infantiles y conversaciones
juveniles ha presenciado pusimos punto seguido al paseo por el casco histórico,
aunque me gusta más llamarle casco viejo, por ese día. Cualquier momento es
bueno para reiniciar esa marcha que no quiere ser en absoluto nostálgica sino
placentera, que pretendemos que nos haga disfrutar, cada uno a su manera, de lo
que Arévalo nos ofrece.
La otra visita, la del sábado 22 de
febrero, organizada por ASADHOS y que contaba con la colaboración de La
Alhóndiga, tenía por objeto un recorrido por la judería o la morería de
Arévalo, que de ambas formas podemos llamarla. Otras calles, otras historias,
otros sabores. ASADHOS nació también hace unos cuantos años, en parte animada
por el nacimiento de la citada Alhóndiga, y reúne a un buen número de
restaurantes de Arévalo. Actividad conjunta, y no es la primera que realizan
ambas asociaciones, que pretende dar a conocer a los visitantes la riqueza
gastronómica y patrimonial que posee Arévalo. Es conocida por muchos, pero no obstante
conviene recordar a los que nos visitan que pueden hacer muchas más cosas que
comer un buen tostón cuando vienen a Arévalo, y viceversa, que si vienen de
visita a Arévalo después de recorrer sus calles pueden comer un buen tostón. Se
trata en definitiva de ampliar y mejorar la imagen de Arévalo como producto
turístico.
Fotografía de Alberto Gil Iglesias
|
Cuentan los que estuvieron que
fueron muchos, no llegaban al centenar según creo, pero los restaurantes
estuvieron completos y los clientes quedaron satisfechos tanto del yantar como de
la visita. Un ejemplo más de la forma de colaborar entre las diferentes
asociaciones que tienen a Arévalo como objeto de su actividad, unas con unos
fines y otras con otros, pero todas ellas un común denominador: el progreso de
Arévalo.
Son tiempos en los que conviene
ampliar y mejorar la oferta si se pretende atraer visitantes. Cuidar los
detalles. Si fuera posible que no tardando viéramos cómo una propuesta que “La
Alhóndiga” realizó junto con el club de senderismo “Los Pinares de Arévalo” y
la peña cicloturista “Vázquez Palomo” que se llamó “Rutas Eco-Deportivas” y que
no es otra cosa que el acondicionamiento de las riberas de los ríos Adaja y
Arevalillo, para que cualquiera pudiera recorrerlas en un agradable paseo,
antes o después de comer, o recorrerlas en bicicleta o corriendo a pie, o
simplemente para ver Arévalo desde esos vergeles que son las alamedas que lo
bordean y que tanto llaman la atención a los visitantes y que tan bien
conocemos los lugareños. No sería sino una ampliación de la oferta para que nos
visiten, para hacerles más agradable su visita.
Portada de catálogo para paseo por la morería. La fotografía es de Chuchi Prieto |
Fabio
López
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