La huella judía

Caminaba el siglo XIII con su ambición desatada,
los moros y los judíos, que nuestra villa albergaba,
vivían en las zahúrdas y en las inmundas covachas
del barrio de San Andrés, por fuera de las murallas.
En las mezquinas casuchas de la que fue calle Larga,
plazuela del Albaicín y Peña Talaverana,
fabricaban diligentes y en liosa mezcolanza,
chucherías de madera, de barro, de hueso y lana,
que vendían por las calles angostas y solitarias,
de esta villa recogida, dominadora y arcaica.
Cansados de recorrer callejas y encrucijadas
con la tiendecita al hombro y el muestrario a las espaldas,
tuvieron la sugerencia particular y sensata
de fundar unos comercios en el solar de la plaza
llamada del Arrabal por hallarse ya enclavada
extramuros de la Villa en época tan lejana.
Así nos habla Marolo Perotas, en una de sus coplillas, de los posibles orígenes de los mercados arevalenses y nos describe cómo pudieron ser nuestra Morería y nuestra Judería.

En otra de sus crónicas nos dice:
… iniciemos nuestros pasos desde los primeros años del siglo XIII, en el que Arévalo comenzó a extenderse por el Arrabal agrupándose en este sector muchos moros y judíos, no sabemos si de común acuerdo o con el fin de favorecerse mutuamente y dedicarse, sin obstáculos, a sus prácticas religiosas; el caso es que durante cientos de años vivieron en las calles que hoy se llaman de Tercias, Paraíso, Larga, Figones y San Juan a San Andrés  o Principal de la Morería.
El 6 de abril de 1443, el rey Don Juan, en su palacio de Arévalo, concedió una Real Pragmática a los judíos, protegiendo sus personas, su religión, su industria y su comercio, como premio al trabajo y a sus negocios, por lo que el barrio de la judería se convirtió en un dilatado y silencioso taller donde se fabricaban infinidad de artículos de barro, madera, hueso y lana, que los hebreos exponían y vendían ciertos días de la semana en los tenderetes de puntapié, que colocaban a las puertas de sus mezquinas casuchas.
Dicen algunos cronistas que, en aquella época, las operaciones de crédito y cambio se hacían al aire libre, bajo la protección real, en el Arco de la Cárcel, lugar que acotaban con una cadena sujeta a las argollas que todavía conservan los dos rollos de piedra que hay clavados en el suelo, a la entrada y a la salida de tan histórica puerta.

¿Por qué no nos quedan casi restos de las juderías? Jorge Díaz de la Torre, en su exposición del pasado viernes en Arévalo, nos ofrece algunas de las razones más importantes: Los judíos han sido, a lo largo de su historia un pueblo discreto. El continuo acoso a que se vieron sometidos les ha llevado a un modo de vida sigiloso, carente de toda ostentación. También influye, de forma notable, en esta falta de huellas de los judíos, la expulsión y la apropiación de sus propiedades.
Sus sinagogas carecían de señales. Suelen ser naves diáfanas, no excesivamente grandes y cuyo máximo exponente decorativo era un friso con versos, la Menorá y el Talmud.
Una vez consumada la expulsión a finales del siglo XV, sus bienes se enajenan y no son muchos, por los datos que se han encontrado, los que vuelven a Arévalo reclamando sus antiguas posesiones.
En la provincia existieron importantes asentamientos en Ávila, Arévalo, Candeleda, Mombeltrán, La Adrada. También en Madrigal, Fontiveros, Villatoro, Barco o Piedrahíta…

No nos quedan muchos restos de ellos. Las lápidas que formaban parte de la desaparecida fuente del Caño, la leyenda sobre la situación de su sinagoga en la iglesia del Salvador o la del culto compartido en la de San Miguel, la figura de Moshe de León y poco más.
Jorge apunta, aunque con mucha cautela, la posible ubicación de la necrópolis en una zona próxima al antiguo matadero.
Nos planteamos, ya en el turno de preguntas, la posibilidad de que la judería estuviera intramuros como en Ávila y en otras ciudades. Incluso Jorge, en su explicación sobre la posible necrópolis apunta que estaría situada dentro del pretendido amurallamiento que correría paralelo al río Adaja por detrás del citado matadero.

Comentamos, de igual forma, sobre la tolerancia o la convivencia de las tres culturas, con matices. También sobre la intolerancia, esa intolerancia que llevo a su expulsión.

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