Excursión ornitológica
El domingo 2 de diciembre realizamos la habitual salida mensual, esta vez con carácter ornitológico. A las ocho de la mañana todavía brilla la luna sobre la plaza del Arrabal y se acaban de apagar los luceros matutinos. Seis grados bajo cero debajo de los soportales, pero allí estaban los fieles de casi siempre. Algunas ausencias más que justificadas, como la del insustituible amigo Fabio.
Tras unos
minutos de cortesía iniciamos la ruta de los humedales, charcas, balsas,
lagunas o lavajos, que de todas estas formas la podemos denominar. Nuestra
llanura arevalense y morañega nos ofrece un perfil tan uniformemente plano,
donde no se ha definido claramente una red fluvial completa, que las aguas de
lluvia a veces no llegan a desaguar al exterior a través de ríos o arroyos sino
que se “abalsan”, formando pequeñas lagunas, o zonas endorreicas como las
llaman los expertos. Tratamos de conocer estos lugares tan importantes para
nuestra fauna avícola y sorprender en este hábitat a las especies que allí se
asientan en los meses de otoño/invierno, unas de paso hacia otros destinos más
meridionales y otras asentadas de forma permanente. Contamos, como siempre, con
Luisjo, que nos conducirá y nos explicará con todo lujo de detalles esta
maravillosa ciencia de naturaleza y vida animal, cada día más necesaria y no
siempre bien acogida en los tiempos que corren.
Al salir de
Arévalo tomamos la carretera que cruza el río Arevalillo por la Lugareja y nos
lleva hacia Palacios Rubios, Noharre, Donjimeno, Constanzana. Carreteras
tranquilas, con poco tráfico y menos a estas horas de la mañana de domingo,
cuando sólo los audaces cazadores se atreven a salir al campo. El sol ya brilla
en lo alto y nos muestra un campo espléndido de reluciente escarcha que apenas
puede ocultar el verde de los campos del cereal recién nacido. El cielo
totalmente limpio y luminoso nos augura un día espléndido. Al llegar a Narros
de Saldueña divisamos sobresaliendo por encima de los tejados la torre de su
castillo y Chispa, que era nuestro conductor, decide hacer una breve parada,
fuera del guión de la ruta, para conocer el exterior de esta fortaleza que
perteneció desde los siglos XV al XVIII a la familia Valderrábano, asentada en
la ciudad de Ávila.
Proseguimos la
ruta hasta Albornos, para acercarnos a la laguna Redonda, primer punto de
nuestra ruta. No debemos acercarnos demasiado para no impacientar a las aves
que allí se posan y para no hundirnos en los barros que con el deshielo se
están comenzando a derretir. Se preparan los dispositivos para la observación:
telescopio, prismáticos, teleobjetivos, etc y comienzan los expertos el trabajo
de localización e identificación de las especies. Gracias a estos trabajos
podemos los no iniciados contemplar los ejemplares de la laguna: ánade real,
pato cuchara, silbón, cerceta, distintas variedades de ánades que nosotros llamaríamos
vulgarmente patos o parros y que Chispa diría tal vez pájaros que han aprendido
a nadar. Abandonamos la zona algo pantanosa y salobre por miedo a hundirnos entre
el barro y para llegar a nuestro segundo punto de observación.
Nos dirigimos
entonces hacia San Pedro del Arroyo. Tomamos la dirección hacia el NE por la
carretera que lleva desde San Pedro del Arroyo hasta Sanchidrián. A la
izquierda dejamos primero a San Juan de la Encinilla, más adelante Pascualcobo
y Riocabado y llegamos a El Oso, donde nos esperaba una gran sorpresa. Un buen
observatorio frente a la laguna del Oso para contemplar un gran espectáculo. Bandadas de gansos observan nuestra llegada y comienza un atronador
concierto-algarabía. Fue inevitable recordar el histórico suceso de los “gansos
del Capitolio”, cuando los galos intentaron asaltar la fortaleza del Capitolio
romano, y los gansos que había en el templo de la diosa Juno despertaron a los
centinelas y salvaron a los romanos del ataque inesperado. Pero nosotros no
íbamos en son de guerra, sino en son de paz, nuestras únicas armas eran
cámaras, prismáticos, teleobjetivos y nuestros esforzados centuriones se
llamaban Luisjo, Juan Carlos, Juan Antonio… hombres todos ellos de probada paciencia
y virtud. Tal vez por esto los celosos vigilantes acallaron al poco rato sus
roncos graznidos. En la laguna del Oso no podía faltar el espectáculo de las
grullas sobrevolando el contorno. Nos explicaba Luisjo la importancia que
tienen estos humedales para el descanso de estas aves migratorias que cruzan por
estas fechas en perfecta formación militar nuestra península de norte a sur.
Avefrías, grullas solitarias o emparejadas y otras variedades de patos podíamos
contemplarlas perfectamente desde este lugar privilegiado descansando junto a
la laguna. Por si esto fuera poco los prismáticos nos ofrecieron también la
posibilidad de contemplar, cómo dos galgos perseguían a una liebre que buscaba
su salvación en unos pinares próximos al vecino pueblo de San Pascual.
Impresionados por lo que acabábamos de ver, dejamos la laguna del Oso y nos
dirigimos hacia nuestro tercer punto de la ruta: las charcas del Águila.
Volvemos a la
carretera y nos dirigimos hacia Hernansancho, cruzamos el Adaja, Blasco Sancho,
Sanchidrián y llegamos hasta las proximidades del río Voltoya, donde las
extracciones de las graveras han provocado la formación de charcas en cadena
que, junto con la vegetación de ribera, constituyen un buen lugar para la
observación de aves acuáticas y otras especies. El lugar se sitúa entre los
términos de Maello y Sanchidrián y más concretamente entre el caserío de Pero
Mingo y el antiguo despoblado de Almarza. Son características de este lugar la
cigüeña negra y la garza real. Entre las especies que nosotros pudimos
contemplar destacamos al cormorán, que aunque es una especie que suele habitar
junto al mar, según nos contaba Luisjo, en invierno suele venir a visitarnos a
pescar en estas lagunas del interior. También se dejaron ver dos buitres
sobrevolando el contorno, uno negro y otro leonado; algunas especies de pájaros
menores como el mito y el gateador volaban entre los árboles de la ribera.
Tan intensa
fue la mañana que llegó el mediodía y no
nos enteramos de que se nos había pasado la hora del bocadillo. Y yo que me
había traído almuerzo con bota incluida. Espero, Chispa, que esto no nos vuelva
a ocurrir. Pero la experiencia fue muy interesante. Creo que, a pesar de los
tiempos que corren, mientras las aves sigan encontrando paz y sosiego en
nuestras charcas y lagunas, mientras las grullas crucen nuestro cielo, mientras
el cormorán venga en invierno a visitarnos, no todo estará perdido.
Ángel Ramón Gonzalez
Fotografías Juan A. Herranz
Comentarios
Aprovecho, una vez más, para reivindicar la necesaria protección de estos humedales.
Aurora