Un elefante en la muralla del Rincón del Diablo.
LA MURALLA DEL RINCÓN DEL
DIABLO.
Cinco
de enero fue el día
que
a las cuestas fue a parar
desde
el Rincón del Diablo
la
muralla medieval.
Por
la ribera pasea
un
elefante triunfal,
camina,
camina lento
con
su correa y trompal.
Mira
a las piedras caídas,
mira
y las vuelve a mirar,
no
comprende cómo pudo
pasar
tal calamidad.
Junto
a las cuestas divisa
a un técnico regional,
se
acerca hasta él despacio
y
le pregunta cordial.
¿Por
qué han dejado caer
esta
obra colosal,
muestra
de mudéjar civil,
Bien
de Interés Cultural?
Escuchad
atentos todos,
escuchad
sin vacilar,
así
respondió aquel hombre,
así
dijo al animal:
El
hielo y el viento han causado
este
derrumbe fatal,
es
un invierno muy crudo,
una
gran contrariedad.
El
elefante cavila,
piensa
y lo vuelve a pensar,
y
pregunta nuevamente
con
mucha solemnidad.
Que
ya amenazaba ruina
lo
hizo saber tiempo atrás
la
asociación que defiende
nuestro
acervo cultural.
Ya
lo advirtió La Alhóndiga
hace
ocho años o más,
pero
nadie le hizo caso
y
ahora toca lamentar.
¿No
hubiera sido mejor
la
muralla restaurar
para
evitar el desplome
y
embellecer el lugar?
Pero
el hombre no responde,
como
el que oye barritar,
da
la espalda al paquidermo
y
se marcha hacia San Juan.
En
el siglo doce alzaron
esta
muralla sin par,
ya
casi no queda nada
de
esa obra sin igual.
Pero
ahora ya no hay remedio
ante
la fatalidad
de
perder el patrimonio
de
nuestra bella ciudad.
Pérdida
muy dolorosa
porque
se pudo evitar
porque
se avisó con tiempo,
porque
hubo pasividad.
Consolidemos
los restos
para
poder visitar
este
Rincón del Diablo
sin
más peligrosidad.
Pongamos
fotografías
para
poder recordar
cómo
era el monumento
que
dejaron derrumbar.
Y
un rótulo explicativo
que
venga a rememorar
la
dejadez del humano,
desidia
institucional:
“Un
trozo de nuestra historia
aquí
estuvo y ya no está,
se
ha perdido para siempre,
esta
es la realidad”.
En
Arévalo, a doce de enero de 2021.
Luis
J. Martín.
(De
la serie “Poemas con trompal”)
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