El lapicero de Mr. Chisp
No es un lapicero mágico. No tiene ningún tipo de superpoder, ni sobrehumano ni sobrenatural. No es largo ni corto, ni grueso ni delgado, ni bonito ni feo. Es sencillo. De madera y grafito. Según me dice sirve para escribir o dibujar. Es blanco por fuera y parece destinado a escribir con coherencia, sencillez y humildad, como es él. Parafraseando a don Antonio: “De su mina de grafito pueden brotar versos de manantial sereno y, más que un lapicero al uso que sabe su función, es, en el buen sentido de la palabra, bueno”.
Entre hipotecas, tarjetas y préstamos al consumo, los que vivimos de prestado no tenemos lapicero propio y a falta de herramienta para escribir o dibujar nos dedicamos a leer. Me ofrece su lapicero momentos antes de salir al campo. Una fría mañana de enero. Cuando aún quedan vestigios de la enorme helada, por extensión y por fría, que ha dejado blancos los campos. La cencellada es visible y deja estampas que hacen las delicias de los piltrafillas de la fotografía. Anda preocupado el buen Mr. Chisp por que no quede testimonio de nuestro paseo. Le tranquilizo en su momento y ahora, horas después, me pongo a ello.
Tan linda mañana, con sol, frío y llenando los pulmones de un purísimo aire cada vez que realizamos nuestras inspiraciones, tan necesarias para la vida, nos damos cuenta del paisaje tan hermoso que rodea nuestra ciudad de Arévalo. No haría falta crear nuevos espacios verdes en el entorno urbano, como se dice ahora, solamente cuidar, eso sí con esmero y dedicación, lo que ya tenemos.
Al iniciar nuestra matinal caminata, sin aspiraciones, solo inspiraciones y espiraciones, dejando nuestras vaharadas como único rastro de nuestro paso, bueno, eso y el olor solo perceptible para los animales no humanos, vestigio de nuestro paso por su territorio. La belleza del paisaje es reconocida, aunque sea en la intimidad, incluso por los más necios. No lo reconocerán públicamente, por aquello de las convenciones sociales que dicen unos o por el alfonsismo de:”el que se mueva no sale en la foto”, pues no está bien ir contra la corriente, la partidista me refiero.
Disfrutando con todos los sentidos, las conversaciones se van hilando, pegar la hebra decían los abuelos de estas tierras. Recordamos pastores, labradores, arrieros. Reconocemos pasos naturales por el río, los vados, donde el río nos presenta un fondo firme, llano y poco profundo, por donde pasar andando, cabalgando o en algún vehículo y también utilizados por los animales libres. El pinar en la parte alta presenta una vegetación y una fauna totalmente distinta de la que nos ofrece el río allá abajo, pues el desnivel es grande y por eso es así. Discurre el río por el valle descarnado en la tierra después de millones de años. Los hombres no somos nada en comparación. Los chopos, álamos, alisos y demás árboles cubren el valle y prestan honores al pasar el río, el río que nos lleva que decía el maestro Sampedro, pero que también nos trae. Nos trae un agua milenariamente depurada. Tras su paso por la enorme masa de arena del pinar, que filtra y depura el agua de lluvia y que alimenta los acuíferos. Observamos con admiración la transparencia del agua que corre de los manantiales hacia el río Adaja, y que llegará al Duero y luego al mar. Porque “…nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir;…”. Así debería ser. Porque de un tiempo acá, hay una subespecie humana que se cree capaz de cambiar el rumbo de la Vida, de la Tierra.
El agua es vida. Vivimos y bebemos. Vimos la captación de agua de la que beben, o al menos lo pretenden, las gentes de 14 pueblos de la comarca. ¡Ay de nosotros si nos faltara esa agua! No nos traerán soluciones los que ahora nos hacen aceptar que es bueno cagar donde bebemos.
Estos individuos no distinguen tampoco aromas. Deberíamos enseñarles la diferencia entre el olor a cerdo, vaca, gallina, oveja o muladar de una explotación familiar. Sostenible porque genera unos residuos que son reaprovechados por esa misma explotación familiar. Vamos, lo de toda la vida. Esos cerdos que engordar para la matanza, las gallinas para recoger los huevos, la peara de ovejas que mantiene limpios, pinares y alamedas, montes y prados. Porque el tamaño sí importa. No son lo mismo 100 vacas, por un decir, de una familia que vive, trabaja, ama y sufre en uno cualquiera de nuestros pequeños pueblos; o el complemento a la pensión o redondeo del jornal de esa camada de tostones; ni esa docena de gallinas y ese par de marranos para la matanza que atraen a los forasteros y aunque no se queden hasta la Función por lo menos les damos un pretexto para que vuelvan un par de veces al año cuando menos; y el distinto aroma de esas industrias de engorde y venta de miles de cerdos; miles de vacas de ordeño; miles y miles de animales, la especie dependerá del beneficio comercial, “es el mercado, amigo”. Muy diferente. Este contamina, arruina familias que deben abandonar sus trabajos, de los que vivían, y buscar nuevos territorios donde trabajar y vivir. Así sucede que mi vieja Castilla tiene cada año menos gente, aunque estos individuos no lo quieran ver y se reúnan en un Parador de Turismo a reflexionar sobre lo que se puede hacer para evitar que la gente abandone su tierra, la de la gente no la de estos mangantes.
Iniciamos el camino de regreso a Arévalo, ciudad Noble, Ilustre, Leal, Humanitaria y dentro de no mucho tiempo desagradablemente Aromática. Y es que no son iguales todos los aromas. Según venimos por la Canaleja me traslado en pensamiento a la calle del Candil, “…por donde entran los carros y no pueden salir.” Y en mi pituitaria está presente el aroma del Tostón de Arévalo, recién asado por Josemari, el Mellizo, y antes por su padre Cristino, y antes por su abuelo, creo que era Luciano. Aroma embriagador, ese sí atrayente para el viajero visitante.
Alguien debería explicar a los Regidores de la Cosa Pública, actuales, habidos y por haber, las diferencias de olor entre un Tostón recién asado, una marrana en la pocilga con su camada, esa docena de vacas en la cuadra, la veintena de gallinas en su corral, la basura del muladar que se esparramará por las tierras de labranza llegado el momento de labor y el olor de 7.000 cerdos de engorde, que como se ceban en seis meses son el doble, que como hicieron una ley que permite hacer en fases las barbaridades, son ya cuatro las fases. Haga algún técnico las operaciones matemáticas, para que los cargos comprendan sobre lo que andan decidiendo. Que alguien diga a los 7 Procuradores en Cortes por la provincia de Ávila, que procuren por el interés general y no tanto por el interés particular de unos pocos. Que escuchen al Procurador del Común, que en esta vieja Castilla, pues hasta el León quiere abandonarnos, que por estos pagos no le hace caso nadie. Que…
Creo que puedo llegar a hacer un mal uso de un lapicero tan bueno, así que se lo devuelvo a Mr. Chisp, y como soy de los que viven de prestado, me permito recordarle algo que leí de un tal Francisco de Quevedo:”Donde hay poca justicia es un peligro tener razón"; o al menos eso es lo que leí en el libro que salió de la imprenta. Pues no descartaría fuera invento del mismo impresor. Por cierto, espero la pronta recuperación del de la imprenta, le necesitamos.
Fabio López
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