El parque Gómez Pamo


Está situado entre las Paneras del Rey, los restos venerables del ex convento de la Trinidad y la Huerta del Marqués, que para su recreo fundara a mediados del pasado siglo el último marqués avecindado en Arévalo, el respetable e ilustre prócer marqués de Villasante.
Antiguamente, al paraje que vamos a describir se le conocía con el nombre del Huerto de la Grama, sin duda por la gran cantidad de grama que criaba el arenoso y soleado erial, en cuyo terreno, según la tradición se levantaban sobre graníticas peanas las cruces de madera, acogedoras y adornadas por la belleza y frondosidad de plateados álamos y de dos rústicos leones de piedra, colocados a la entrada del área como símbolo del valor y del coraje de la invencible raza hispana.
La invasión napoleónica, a su paso por Arévalo, derribó las cruces, destrozó la tupida alameda y cortó la cabeza a los leones, dejando el infortunado recuadro en el más vergonzoso y desolador aspecto; pero don Ni­casio Varadé Sisí, en vista de que era un sitio muy visitado frecuentemente por todas las clases sociales, retiró las peanas, taló los árboles cañosos y con los más derechos y corpulentos formó una calle a la que dieron los vecinos el nombre de paseo de la Alameda.
Posteriormente, don Rubén, hermano de don Nicasio, y amantísimo del empaque botánico, la primera vez, de las tres, que puso su inteligencia y actividad al servicio de su ciudad natal, allá por el 1874, plantó lilares, rosales y lirios, muchos lirios, e instaló una noria en el lugar donde está enclavado el hotel de nuestro distinguido amigo don Justo Gómez, para que las pobres plantas no fueran víctimas de las terribles y pertinaces sequías.
Corrió el tiempo, y ningún alcalde se preocupo de efectuar implantaciones de árboles, ni de cuidar de sus diversas, enfermedades, ni siquiera de defenderles de sus malos tratos, hasta que el 1929 don Isaac Ferrero Martín, todo amor y patriotismo, comenzó las obras de ampliación y reforma, dirigidas por el entonces jardinero proyectista de los jardines de Aranjuez, don Fernando López Egea, y bajo la valiosa protección de don Emilio Vellando, a la sazón director general de Agricultura.
Se instalaron tuberías y bocas de riego, se construyeron asientos de cemento, se trazaron nuevas calles, respetando árboles centenarios; se puso barandilla al pedestal de los músicos y se colocó la cabeza a los leones a propuesta del célebre Sin­tonías, contertulio de los forajidos animales, en cuyo popularísimo seudónimo nos ocultábamos algunos redactores del chispeante e hiriente semanario "La Llanura.
Pegado a la tapia del marqués, todavía, se conserva un trozo de aquel barroco Canapé donde se  celebraban los bailes y recreos de las bodas artesanas, cuando sólo se convidaba a misa, pastas y bailoteo, repartiéndose las raciones de corcheas Vicen­te Manillas y Bartolillo, y si la boda era de mas rumbo, se alquilaban dos sacristanes y un barbero.
En el Arévalo de aquellos tiempos, el Canapé era el tostadero de niños llorones, escenario de niñeras cantarinas y retozonas y descanso de confidentes lavanderas.

El 16 de mayo de 1944, con la concentración falangista más numerosa que ha visto Arévalo, se inauguró el monumento a los Caídos, erigido a la entrada del paseo, y en junio del 46 autorizó el ministró de la Gobernación el cambio de nombre de este parque, al que por acuerdo del Ayuntamiento, se dio su actual denominación. Está dedicado al famoso sabio español don Juan Ramón Gómez-Pamo, nacido en nuestra ciudad el 29 de agosto de 1846, hijo de don Nicolás y de doña Juana. 
Hizo sus estudios en Madrid, y durante su afanosa vida desarrolló una labor vastísima, dedicada a la botánica y aplicada a las prácticas de Farmacia. Escribió obras tan admirables que aún sirven de texto en las Universidades. Fue autor de anales, formularios, manuales y otras infinitas publicaciones. Fue catedrático de la Facultad de Farmacia de Madrid, rector de la Universidad, académico de las Reales de Farmacia y Medicina, presidente del Colegio de Farmacéuticos de Madrid, consejero de Sanidad, senador del reino y otros delicados cargos que le acreditaron como uno de los primeros sabios de su época.
Falleció en Madrid el 7 de noviembre de 1913, y Madrid le rindió un merecido homenaje, dedicándole una lápida en la calle de Santa Isabel, esquina a la de Tres Peces, donde vivió y murió tan Ilustre vegetariano.
Isaac Ferrero Martín también quiso perpetuar el recuerdo del inmortal Gómez-Pamo haciendo en el parque lindas plazoletas, alegres jardincillos, rústicos asientos, columpios e ideales pérgolas y, sobre todo y ante todo, subir el agua del Arevalillo: pero cuando más entusiasmado estaba con sus proyectos, y mas dispuesto a realizarlos, le sorprendió la muerte, y tememos que el perímetro no merecerá los honores de parque, a pesar de las atenciones y cuidados que le dedica don Eusebio Cirbán, aventajado discípulo del ex jardinero mayor del Ayuntamiento de Madrid don Ce­cilio Rodríguez.
Marolo Perotas
Cosas de mi pueblo
Fotografías cortesía de Familia García Vara, 
Julio Pascual y Biblioteca Digital de Castilla y León

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