Un “repaso” a nuestra Historia
Permitidnos hoy hacer un breve “repaso” a nuestra Historia desde un punto de vista un poco crítico. Permitidnos hacer este repaso partiendo del hecho de que la Historia, como cualquier otra disciplina, debe acarrear un componente de utilidad, es decir, debe servir para algo.
En Arévalo, y por extensión en el resto de nuestra comarca, tenemos aspectos, desde el punto de vista histórico, de un altísimo interés que podrían ser, deberían ser, referentes en cuanto a nuestra proyección cultural, histórica y también, desde el punto de vista del turismo.
Algunos de aquellos queremos abordar hoy.
Hemos visto que el territorio que nos contiene alberga restos de la era Terciaria. Son nuestras famosas tortugas cuyos ejemplares lucen en los museos de Sabadell o de Salamanca.
En los alrededores tenemos importantes asentamientos de la Edad del Cobre. Pajares de Adaja, Bercial de Zapardiel, Donhierro son referentes de nuestra prehistoria calcolítica.
En otros lugares aparecen restos romanos. La presa del Arevalillo, el asentamiento de San Pedro del Arroyo, el tritón y la nereida de la Villa de Magazos, la Villa en la Dehesa de Arévalo, la de la Tejada en Orbita son algunos de los yacimientos que conocemos y aún tenemos sospecha de otros más.
De los árabes conservamos muchas palabras y algunos topónimos y de la Repoblación guardamos las leyendas de los Linajes, aunque a veces sus nombres y hasta su número nos los encontramos cambiados. Los Briceño, los Montalvo, Los Tapia, los Sedeño y los Berdugo son sus nombres y cinco eran su número. Ni cuatro ni seis, cinco eran los Linajes de Arévalo.
Del Alfoz, de los Tercios, de los Sexmos, nos queda, aún, algo de recuerdo. Nos queda el nombre de una casa en la plaza de la Villa y referencias en algunos libros y legajos.
Tenemos los nombres, y poco más, de Mosé de León y del Mancebo de Arévalo, aunque casi nada queda de los barrios que hoyaron sus pies.
Del rey Juan II, de su hija Isabel, nos quedan, sí, datos históricos, referencias documentales, escritos, pero ni siquiera supimos mantener el Palacio, ese Palacio del Real que desapareció gracias al “espíritu imperdonable, hijo de la ignorancia, que ha perseguido siempre de forma despiadada a nuestra ilustre Villa, haciendo desaparecer los monumentos de su grandeza”.
De la época de los reyes Católicos, conservamos, a veces con más alharaca que con verdadero convencimiento y acierto, el recuerdo de los toros embolados, o como gustan decir hoy toros enfundados o enguantados.
A trancas y barrancas, más dañada de lo que hubiera sido de desear, conservamos la plaza de la Villa. Un espacio único con soportales, con columnas de granito y madera. Plaza típica castellana flanqueada por las iglesias de San Martín y Santa María, exquisitos, únicos, templos mudéjares.
El mudéjar, esa forma de construir. Forma característica de crear elementos artísticos. Referente obligado en todo el territorio, y en todo el territorio minusvalorado, cuando no menospreciado, a veces maltratado o, directamente, destruido. Ejemplos irrepetibles como Santa María de Gómez Román en Arévalo, Santa María del Castillo en Madrigal de las Altas Torres, Nuestra Señora del Rosario en Villar de Matacabras, San Juan Bautista en Donvidas o la Torre Almenara en San Esteban de Zapardiel.
De nuestros personajes, ya hemos mencionado a algunos, conservamos el nombre y poco más. Ni siquiera de los que son relativamente recientes recordamos casi nada. Del escritor y poeta Eulogio Florentino Sanz, por la estatua, una calle, el Instituto de Enseñanza Secundaria y una placa sobre una fachada en ruina, mantenemos en el imaginario su nombre pero no preguntemos quien fue, ni que obras compuso, ni cuándo. Y este es quizá el mejor tratado. Florencio Zarza Roldán, Ángel Macías, Julio Escobar, Miguel González, Clementino Cambloc, Vicente Albella o Emilio García Vara, entre muchos otros, son nombres desconocidos para casi todos.
A veces es preciso parar un poco, reflexionar y volver a pensar en lo que tenemos y lo que podemos hacer con ello.
Nosotros al menos, tenemos la impresión, y salvando las distancias, que en otros lugares, en municipios y en comarcas similares a la nuestra, tienen algún punto de referencia, alguna particularidad que les sirve de bandera para avanzar. Unos promocionan su arquitectura mudéjar, otros sus procesiones de la Semana Santa, otros, por su parte, potencian ferias de tal o cual cosa, aquellos gustan de hacer mercados medievales, esos otros fomentan sus eventos taurinos tradicionales.
Pero ¿y nosotros? ¿Tenemos nosotros alguna referencia por la que destacamos de forma notoria? ¿Promocionamos el arte que atesoran nuestros templos? ¿Cuidamos, conservamos, mimamos nuestros palacios señoriales, nuestras plazas castellanas, los restos de nuestro patrimonio o nuestra propia historia? ¿Destacamos en la conservación, adecuación de nuestro patrimonio medioambiental, para uso y disfrute nuestro y de aquellos que puedan visitarnos?
Son algunas preguntas que consideramos deberían servirnos para hacer una profunda reflexión, sobre todo teniendo en cuenta los acontecimientos que van a tener lugar en el año 2013, y que deberían suponer un antes y un después para todos los pueblos de la Tierra de Arévalo y la Moraña.
(Radio Adaja - 28-03-2012)
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