Juan Gómez y sus maquetas de trenes

Salimos, casi a las seis de la tarde, hacia Aldeaseca. Al llegar a su casa, Juan nos recibió con amabilidad y bajamos de inmediato al sótano.
Al entrar en la sala puedo aseguraros que de repente fue como si nos hubiéramos convertido en niños grandes. Las maquetas de trenes eran preciosas. Había un montón de vías, trenes a escala, campos, árboles, montañas, un río, vacas y caballos, casas, estaciones, calles y carreteras, puentes, semáforos y gente, mucha gente: pequeñas figuritas de personajes de distinta laya, oficio y condición que dan un pálpito de vida a estas preciosas reproducciones a escala.
El autor, Juan, se había preocupado, asimismo, de hacer simpáticos guiños a algunos de los pueblos de la Tierra. La iglesia de San Miguel Arcángel de Aldeaseca con sus campanas y sus tañidos a misa o al rosario, la misma casa del artífice a escala, y en el porche unas pequeñas figuritas le representan a él mismo y a una de sus nietas cogida de su mano. Detrás de ambos, su misma esposa sujeta, de igual modo, la manita de su otra nieta.
De la cercana Villanueva del Aceral reproduce la Estación de Servicio que hay en el cruce de carreteras. Y, de la ciudad arevalense, el Castillo y una graciosa reproducción del mismo Puente de Medina.
Durante algunos minutos, el autor de las maquetas, nos ofrece una representación animada de su obra. Semáforos, trenes en marcha, cambios de agujas, paso de túneles, paradas. Nos señala con algo de picardía un arranque de escalera que en la misma estación, estación que es copia fidedigna de la mítica internacional de Canfranc en Huesca, baja hacia una estación de Metro. Y sí; a través de un cristal, como si de un terrario se tratara, podemos ver una pequeña estación de Metro, con sus vías, sus andenes, sus anuncios de conocidas marcas comerciales, y los correspondientes personajes que esperan pacientemente la llegada de su respectivo tren.
Podríamos enumerar otros cientos de detalles que se nos quedan por comentar: animados excursionistas que suben a la montaña, una recua de toros guiados por avezados caballistas, todo un equipo de bomberos, los técnicos que, desde sus puestos de mando, controlan la circulación de los trenes... Por primera vez sentimos, en verdad, que nuestra revista esté limitada y no podamos enseñaros todas y cada uno de las cincuenta y una fotografías que hicimos de las maquetas. Aunque os aseguramos que las fotografías no son capaces de mostrar la magnificencia de estas maquetas a escala.
Antes de terminar y aunque Juan insistió en que habláramos de sus trenes y no de él, queremos hacer una pequeña reseña que sirva como agradecimiento por habernos permitido ser niños durante las dos horas que estuvimos en su casa:
Juan Gómez García nació el 24 de julio de 1939 en La Horcajada. Con un mes de edad sus padres se trasladan a Aldeaseca y allí nuestro protagonista permanece hasta los 16 años, edad en que se marcha a estudiar a Madrid. Está casado y tiene dos hijos y dos nietas. Acumula cuarenta y siete años de vida laboral, los primeros cuatro en Iberia. Luego, hasta su jubilación, trabajó como mecánico de trenes TALGO. Viajó a Estados Unidos en tres ocasiones para poner en funcionamiento el TALGO en las líneas que unen Los Ángeles-San Francisco y Seattle-Vancouver entre otras.
Antes de despedirse nos muestra, con verdadero orgullo, un libro titulado: «1942-2005. Talgo. De un sueño a la alta velocidad.» Mientras pasa las hojas se le iluminan más y más los ojos al tiempo que nos explica, con verdadera pasión, las características de esos trenes que fueron una parte tan importante de su vida.

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