Memoria ciega
Hace unos días, coincidiendo con la presentación del libro ‘Memoria mudéjar en la Moraña’, tuve la suerte de charlar con el director de esta magnífica obra, el profesor José Luis Gutiérrez Robledo, sin duda, uno de los mayores conocedores del rico patrimonio de esta comarca. Junto con su contagioso entusiasmo cuando describe algunos de los secretos de los monumentos morañegos, el profesor no pierde oportunidad de criticar el olvido y la pésima gestión que se realiza de esta riqueza arquitectónica que hemos heredado. Gutiérrez Robledo no plantea grandes inversiones ni espectaculares centros de interpretación, su primera premisa para conservar y explotar el patrimonio es que sea conocido por los vecinos.
Aunque algo se ha avanzado en los últimos años, el singular legado mudéjar de la Moraña sigue siendo un gran desconocido y en muchas ocasiones, ante los despropósitos cometidos, es mejor ocultarlo para evitar sonrojarte. La reconstrucción modernista y horrible de la muralla de Arévalo, con su emblema de la calle Entrecastillos, torre que tendría que pasar a engrosar la ‘Lista pésima del patrimonio’; La Lugareja, una joya que por los caprichos del destino sólo se puede visitar los miércoles de 13 a 15 horas; o el secretismo inútil del convento madrigaleño de Extramuros, son algunos ejemplos de la desidia que rodea a este patrimonio, aunque también se podrían citar otras actuaciones ejemplares como la restauración del Castillo de Arévalo, o las llevadas a cabo por la Fundación del Patrimonio de Castilla y León en Arévalo, Madrigal o Fontiveros.
Aunque los pasos son tan lentos que parece que el tiempo se ha detenido, entre lo poco que los morañegos hemos logrado avanzar en los últimos años destaca la concienciación de algunos vecinos que han dejado atrás la indiferencia y que se quieren convertir en sujetos activos de la defensa de su patrimonio.
José Luis Robledo
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