El Coliseo

Durante mucho tiempo se ha considerado al Coliseo como la escena de numerosos martirios de los primeros cristianos. De todas formas, esta creencia parece haber surgido sólo durante el siglo XVI. Las fuentes romanas y de la Alta Edad Media se refieren a martirios cristianos en lugares de Roma vagamente descritos (en el anfiteatro, en la arena, etc) pero sin especificar cuál; había, de hecho, numerosos estadios, anfiteatros y circos en Roma. A menudo se dice que San Telémaco, por ejemplo, murió en el Coliseo, pero Teodoreto, en sus escritos acerca de esta muerte, dice que falleció en el estadio (eis to stadio). El martirio de San Ignacio de Antioquía ocurrió en "la arena", según las fuentes, pero sin concretar cuál arena.
En la Edad Media, el Coliseo desde luego no era visto como un lugar sagrado. Su uso como fortaleza y luego como cantera demuestra la poca importancia espiritual que se le atribuía, en un tiempo en el que los lugares asociados con mártires eran muy venerados. No estaba incluido en los itinerarios reunidos para uso de los peregrinos ni en obras tales como la Mirabilia Urbis Romae ("Maravillas de la ciudad de Roma"), del siglo XII, que dice que el Circo Flaminio -y no el Coliseo- fue el lugar donde ocurrieron estos martirios. Parte de la estructura estaba habitada por una orden cristiana, pero aparentemente no tenían motivos religiosos ni espirituales para vivir allí.
Parece que sólo durante los siglos XVI y XVII se consideró lugar santo al Coliseo. Se dice que el Papa Pío V (1566-1572) recomendó que los peregrinos reunieran arena del Coliseo como si fuera una reliquia, ya que estaba impregnada de la sangre de los mártires. Esta seguramente fue una visión minoritaria hasta que se hizo popular casi un siglo más tarde por Fioravante Martinelli, que incluyó al Coliseo en la cabeza de una lista de lugares sagrados a causa de los martirios que en ellos se celebraron, en su libro Roma ex ethnica sacra, de 1653.
Evidentemente, el libro de Martellini tuvo un claro efecto en la opinión pública; como respuesta a la propuesta que algunos años después hizo el Cardenal Altieri de convertir el Coliseo en una plaza de toros, Carlo Tomassi publicó un panfleto como protesta a lo que consideraba una profanación. La controversia que siguió persuadió al Papa Clemente X para que cerrara las arcadas externas del Coliseo y lo declarara santuario cristiano, aunque el debate sobre cuán sacro era el edificio continuaría por algún tiempo más.
A petición de San Leonardo de Puerto Mauricio, el Papa Benedicto XIV (1740-1758) prohibió que se usara el Coliseo como cantera y erigió un Viacrucis alrededor de la arena, que permació allí hasta febrero de 1874. San Benito José Labre pasó los últimos años de su vida entre los muros del Coliseo, viviendo de la caridad de los fieles, hasta su muerte en 1783. Varios papas del siglo XIX mandaron realizar trabajos de reparación y restauración en el Coliseo, por lo que el edificio aún conserva una conexión con la cristiandad. Se pusieron cruces en varios puntos alrededor de la arena y cada Viernes Santo el Papa encabeza una procesión al anfiteatro en memoria de los mártires cristianos.

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