Atardecer
La del alba sería, digo yo, cuando amaneció este sábado 30 de julio que muchos estábamos esperando.
Era el sábado en el que queríamos visitar el camino de la Loma al atardecer y ver como se pone el sol entre las viejas torres mudéjares de Arévalo.
A las ocho y cuarto de la tarde, algunos, los más impacientes, llegaban a la fuente de los Cuatro Caños, en esa linda placita abrigada de los vientos del sur por las torres gemelas de San Martín.
Esta vez todos éramos fotógrafos. Cámaras réflex, cámaras compactas, cámaras en los móviles, mochilas, bolsas, accesorios. Ninguno de los participantes estaba dispuesto a volver sin traerse una prueba palpable del momento en que el sol iba a colocarse entre las torres de las iglesias.
Después de esperar los minutos de rigor que exigen el civismo y la cortesía, iniciamos nuestro paseo que estimábamos podría llegar a tener una duración de unos cuarenta y cinco minutos. El punto de destino iba a ser un lugar al otro lado del río Adaja situado, más o menos, en frente de nuestro punto de partida.
Bajamos hasta el puente del Cementerio y nos metimos por el camino que sale a la derecha. Al llegar arriba de la Loma pudimos rebajar un poco el recorrido. Las cebadas están ya segadas y un camino provisional acorta la gran curva que recorre el de la Loma paralelo a la A-6.
Después de una apacible caminata en la que pudimos contemplar una nueva vista de la ciudad, delante de la que resalta el verdor de la alameda del Adaja, llegamos a nuestro punto de destino.
Después de una apacible caminata en la que pudimos contemplar una nueva vista de la ciudad, delante de la que resalta el verdor de la alameda del Adaja, llegamos a nuestro punto de destino.
Aún faltaban unos buenos veinte minutos para que el espectáculo esperado llegara a su punto culminante.
El cielo estaba prácticamente limpio. Una tenue nubecilla flotaba sobre el Castillo como esperando también el atardecer.
¿No es un día muy claro? ¿Algunas nubes no vendrían bien? ¿No harían más bello el momento del atardecer? Estas y otras preguntas nos hacíamos, un tanto nerviosos, mirando insistentes los relojes y preguntando: ¿Falta mucho?
La hora de la puesta del sol estaba estimada para las 21:29 aproximadamente.
Unos minutos antes comprobamos que habíamos elegido bien el día y el lugar. El sol, ya una hermosísima bola anaranjada, empezó a declinar entre las torres gemelas.
Unos minutos más tarde se colocó entre las de San Martín y la de Santa María terminando, un rato después por desaparecer, dejando, eso sí, un bellísimo cielo pintado con unos tonos que iban desde el anaranjado fuerte hasta el azul índigo.
Todos contemplando el atardecer. Hasta Chimo, el simpático perro de Clari, parece ensimismado con el espectáculo.
La foto de grupo de rigor precede al momento del regreso. Después de un caluroso día sorprende que haga fresquito. Las luces de Arévalo empiezan a encenderse y un nuevo panorama se ofrece a nuestros ojos. La vieja villa cuando empieza a iluminarse al principio de la noche, ofrece un nuevo espectáculo digno de ser contemplado.
Volvemos sobre nuestros pasos. Hablamos de las torres mudéjares iluminadas, del Castillo, de la falta de iluminación en la parte de atrás. Unos energúmenos robaron hace varios meses los focos que daban luz a esta parte. Quizá ya sea hora de reponerlos. El paso por la A-6 hace necesario que el Castillo esté completamente iluminado. Es nuestro mejor escaparate.
Pasamos, ya de noche, por el puente del Cementerio. Y llegamos nuevamente a la placita de la fuente de los Cuatro Caños.
Un pequeño refrigerio antes de la despedida. Empanada de la Tarja, queso de Palacios de Goda, unas pastas de Madrigal. Nos ha faltado hoy el buen vino de Orbita que nuestro amigo Ángel ha llevado a otras excursiones, pero hoy Ángel no ha estado con nosotros. Tampoco han estado Luis José, ni Pedro, ni David Martín. Chispa ha anotado mentalmente las faltas de ellos y seguro que se encargará de notificarles. Tendrán que hacer exámenes de recuperación a final del curso.
Algo tristes nos vamos despidiendo. Son más de las once. La plaza de la Villa, magnífica de noche, con sus torres iluminadas y la fuente de los Cuatro Caños hoy sin agua.
Texto: Juan C. López
Fotografías: Fabio López, Juan C. López y Julio Pascual
Fotografías: Fabio López, Juan C. López y Julio Pascual
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