ARÉVALO: ACEPCIONES PARA UN DICCIONARIO APÓCRIFO (a completar por el lector)
Arévalo.– 1.- Dícese del territorio de la evocación situado en la meseta central de la península de la memoria. 2.- Por extensión, Paraíso perdido, Jardín de las Hespérides, isla de oro de la infancia. 3.- Puede ser utilizado como sinónimo de madre o de madrastra, dependiendo del contexto y del estado de ánimo del sujeto. 4.- Medida de longitud indeterminada. Por ejemplo, para un arevalense que viva en Madrid, un arévalo equivale a ciento veinticuatro kilómetros. Vayas donde vayas, si estás a un arévalo de distancia, es que ya no te falta mucho para llegar a tu destino. 5.- Unidad cronológica equivalente al tiempo que se tarda en recorrer la distancia que separa Arévalo del punto en el que el observador se encuentre. V. Gr., en el caso reseñado en la anterior acepción, un arévalo equivaldría a una hora y veinte minutos, aproximadamente. 6.- Otra forma de nombrar la felicidad. 7.- Otra forma de nombrar la desdicha. 8.- El amor, antes del pecado original. 9.- Frío arevalense. Climatología: Concepto indefinido y en progresivo desuso debido seguramente al calentamiento global, que se aplica a un frío especialmente intenso y descarnado. 10.- Recurso verbal prácticamente infalible que permite hacer una rápida pero precisa evaluación sobre la catadura moral de un individuo. Por ejemplo, si usted pronuncia la palabra “Arévalo” ante un desconocido y éste hace algún comentario peyorativo, desconfíe inmediatamente de él: seguramente se trate de un cabronazo. 11.- Sinónimo de oculto, escondido, escamoteado. Por extensión, empresa ardua o muy difícil. Algún catastrofista, ante la acumulación de incurias y despropósitos que han ido arrasando al pueblo a lo largo de las últimas décadas, advirtió por escrito sobre la práctica imposibilidad de encontrar hoy en Arévalo a Arévalo, al modo en que el peregrino del soneto quevediano buscaba inútilmente en Roma a Roma, para acabar concluyendo que “huyó lo que era firme y solamente / lo fugitivo permanece y dura”. Se aplica también a lo que pudo haber sido y aún tenemos la hermosa, ingenua esperanza de que pueda llegar a ser. 12.- La tierra. No la tierra catastrada, sino la tierra que nos tiene y a la que pertenecemos aún antes de pasar a formar parte de ella. 13.- Crepúsculo arevalense. Se llama así al asombroso espectáculo que cada atardecer tiene lugar en el cielo, sobre el horizonte de poniente de la ciudad. En otros lugares se concentrarían hordas de turistas para contemplar extasiados el lubricán. Aquí, como es gratis y casi todos los días, la gente pasa de largo. 14.- Literatura.- Lugar mitológico de la estirpe de Santa María, de Onetti , Castroforte del Baralla, de Torrente Ballester o Macondo, de García Márquez. Misterioso espacio transitado por familiares sombras y abrazado por dos ríos que van a dar al morir, “derechos a se acabar e consumir”. 15.- Arévalo, resina de. Poderoso afrodisíaco que mana de los pinos de sus bosques y cuya fragancia es capaz de despertar un poderoso impulso erótico en la naturaleza más pusilánime. Mucho mejor que el ying seng coreano, según el argumento de irrebatible autoridad en esta materia de don Emilio Romero, gloria local, que así lo asegura en sus memorias. 16.- Se dice de lo que no se puede nombrar porque no está en ningún diccionario, ni siquiera apócrifo. Lo que tú y yo sabemos. Poderoso vínculo que nos une a través de una extraña forma de intimidad, pese a que probablemente nunca lleguemos a conocernos.
José Félix SOBRINO
La Llanura nº 25-junio de 2011
La Llanura nº 25-junio de 2011
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