Un día en la estepa
La visita no era a la estepa rusa ni a la otra, la de Sevilla, la de los polvorones. Era a la estepa cerealista, la nuestra, la de aquí al lado. En un principio me equivoqué, como la paloma, y como tengo cierta tendencia a precipitarme en mis juicios, no sé si por mi carácter o por mi nacionalidad, imaginé un largo viaje a un lugar distante. Luisjo nos había preparado una visita a la estepa cerealista para avistar avutardas.
Otis tarda es su nombre científico, y se trata de un ave de gran tamaño, llegan los machos a los 15 kilos de peso aunque las hembras solo lo hacen a los 4 o 5 kilos. Es una especie con un enorme dimorfismo sexual lo que les hace fácilmente reconocibles. Enla Península Ibérica es donde se encuentra la principal reserva de esta especie, más de la mitad de las quedan en el mundo.
Otis tarda es su nombre científico, y se trata de un ave de gran tamaño, llegan los machos a los 15 kilos de peso aunque las hembras solo lo hacen a los 4 o 5 kilos. Es una especie con un enorme dimorfismo sexual lo que les hace fácilmente reconocibles. En
Todos estos datos, como podrán comprender, los obtuve de una consulta rápida a las enciclopedias, pues no me gusta acudir a estos eventos provisto de excesiva ignorancia.
La mañana se presentaba interesante. La primera en acudir a la cita, incluso antes que mister Chisp, fue la niebla. La vamos a tener que nombrar socia de honor o algo por el estilo, porque no se pierde una sola visita. Dada la cantidad de asistentes a la convocatoria tuvimos que repartirnos en varios vehículos, a pesar de las ausencias sentidas de varios habituales, cuyos nombres no es preciso reflejar.
Yo tenía mis dudas en cuanto a mi indumentaria. El día anterior nos había regalado una mañana primaveral; hoy por el contrario la niebla, fresca como dicen por Burgos, me empezaba a dar la impresión de que pasaría frío y… así fue. Como si no hubiera leído lo que ese señor de Langa que escribe cuentos ha dejado escrito sobre el mes más traicionero. Abril, el de las aguas mil, pero también el que don José retrata magistralmente en su relato.
Pronto llegamos al cruce de caminos por el que nos adentraríamos en la inmensa llanura. Ante nosotros un casi infinito llano con leves ondulaciones, donde se presentaban casi todos los verdes del mundo, únicamente salpicados por el pardo de los barbechos y unas alegres manchas de intenso color amarillo, que según pude averiguar eran cultivos de colza. La colza es una crucífera, como mister Chisp apuntó en el momento adecuado; acompañando su lección teórica de una demostración práctica, haciéndonos identificar esta planta con otras de su misma familia, que a todos nos resultaron más familiares. Solo la presencia de nuestra fiel compañera, la niebla, impedía que el azul del cielo y el brillante sol se incorporaran a este cuadro de singular belleza.
La mañana se presentaba interesante. La primera en acudir a la cita, incluso antes que mister Chisp, fue la niebla. La vamos a tener que nombrar socia de honor o algo por el estilo, porque no se pierde una sola visita. Dada la cantidad de asistentes a la convocatoria tuvimos que repartirnos en varios vehículos, a pesar de las ausencias sentidas de varios habituales, cuyos nombres no es preciso reflejar.
Yo tenía mis dudas en cuanto a mi indumentaria. El día anterior nos había regalado una mañana primaveral; hoy por el contrario la niebla, fresca como dicen por Burgos, me empezaba a dar la impresión de que pasaría frío y… así fue. Como si no hubiera leído lo que ese señor de Langa que escribe cuentos ha dejado escrito sobre el mes más traicionero. Abril, el de las aguas mil, pero también el que don José retrata magistralmente en su relato.
Pronto llegamos al cruce de caminos por el que nos adentraríamos en la inmensa llanura. Ante nosotros un casi infinito llano con leves ondulaciones, donde se presentaban casi todos los verdes del mundo, únicamente salpicados por el pardo de los barbechos y unas alegres manchas de intenso color amarillo, que según pude averiguar eran cultivos de colza. La colza es una crucífera, como mister Chisp apuntó en el momento adecuado; acompañando su lección teórica de una demostración práctica, haciéndonos identificar esta planta con otras de su misma familia, que a todos nos resultaron más familiares. Solo la presencia de nuestra fiel compañera, la niebla, impedía que el azul del cielo y el brillante sol se incorporaran a este cuadro de singular belleza.
Y comenzaron los primeros avistamientos de interés. El vuelo elegante de varios aguiluchos cenizos llamó nuestra atención, apareciendo al instante la docta explicación sobre esta especie. ¡Qué lujo tener al lado a personas que parecen la voz en off de esas de los documentales de la 2! Una perdiz solitaria en un barbecho nos vio pasar sin inmutarse. Las primeras fotos no se hicieron esperar. El canto de la calandria se sentía, y yo orgulloso de ello, le reconocía entre otros trinos y gorjeos, para que luego digan que somos unos brutos.
Subiendo y bajando de los vehículos. Montando y desmontando trípodes y telescopios, prismáticos al cuello, cámaras fotográficas dispuestas y una indumentaria adecuada y parecíamos un nutrido grupo de naturalistas en sesudo estudio ornitológico sobre el terreno. Claro que alguno también dijo que parecíamos “la cuadrilla de la muerte” que canta el gran Sabina.
Allí estaban las primeras avutardas, relativamente cercanas. Dos machos en una leve ondulación del terreno junto a un grupo de cinco hembras, intentando llamar su atención. A la vista de nuestros prismáticos, los de mister Chisp y los míos de los de “entreguerras”, se podían apreciar con gran nitidez las barbas de los machos, que no son otra cosa que mechones de plumas delgadas a ambos lado del pico, de unos 15 centímetros de longitud, que crecen año a año y que sirven para justificar el apelativo de barbones en los machos de más edad. El llamativo plumaje de los machos tiene una finalidad, según me contaron, nupcial, de exhibición ante machos y hembras.
La rueda es el punto culminante de la parada nupcial, en la que el macho realiza un movimiento de contorsión de su plumaje para mostrar las partes interiores blancas y de esta forma llamar la atención de las hembras. Puede que provoquen envidia en los otros machos, pero esto no está confirmado. Me parece que la envidia es exclusiva de la especie humana. Solo los machos dominantes de cada grupo podrán optar a la reproducción, aunque cada uno de ellos fecundará a varias hembras. Aunque, que nadie se engañe, serán las hembras las encargadas de elegir al macho con el que desean aparearse. Esto me resulta familiar pese a mis incipientes conocimientos naturalistas. Tendremos que volver cuando los huevos de color verdoso con manchas pardas estén en los nidos, si ello resulta posible.
Tiempo de almuerzo en el que observo que mister Chisp va abandonando su dieta casi vegetariana y va incorporando a la misma, ciertos tipos de carne, puede que como resultado de su progresiva españolización. Proponen acercarnos al convento de San Agustín en la vecina, y en ese momento aún más cercana, Madrigal de las Altas Torres, para observar los cernícalos primilla que allí anidan. Junto a estos gran número de grajillas, palomas, gorriones molineros y según nos cuentan anidan mochuelos y lechuzas blancas, aunque solamente se las puede ver por las noches, cuando salen en busca de su comida.
La jornada está próxima a finalizar, en mi egoísmo, cualidad tremendamente infantil y humana, no me gustaría perder el privilegio del que disfruto. La compañía de los elementos que me rodean en ese momento que lo pienso, mas las ausencias sentidas antes mencionadas, me inundan de conocimiento. ¡Qué fácil resulta preguntar por un animal, una planta, cómo hacer una foto, sobre un edificio antiguo, sobre un hecho histórico, e incluso cualquier cosa de la vida, y al momento tengo una explicación racional, lúcida, sencilla y comprensible! Definitivamente tengo que reconocer que soy inmensamente rico, aunque esto me plantee ciertos problemas con Hacienda.
Regresamos a Arévalo, pero a mí me espera un viaje a una nueva estepa, la rojiblanca, vamos a un viejo campamento indio junto al río Manzanares, asentamiento que está próximo a desaparecer. Más madera para mi inagotable y fructífera nostalgia.
Fabio López
Posdata: El que dijo que la felicidad completa no existe, no era del Atleti. Camino por la calle con más sentimiento rojiblanco por metro cuadrado del mundo, el llamado Paseo de los Melancólicos, junto a decenas de miles de los míos. Acabamos de asistir al mejor partido en lo que va de temporada. Reconozco que durante el partido, sobre el verde tapete del Calderón, entre los regates de Reyes y el Kun, creí ver un enorme macho de avutarda haciendo la rueda. Puede que fuera una ilusión. Lo que son reales son los sentimientos al caminar por esa calle un día de partido. Pero eso lo contaré en otro momento.
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