La nación inventada

De nombres y lugares
Sancho, Alfonso, Fernando, Rodrigo, Beltrán, Munio, Pedro, Gutierre, Lope, Tello, Suero, Martín, Mendo, Gonzalo, García, Domingo, Ramiro, Nuño, Sancha, Elvira, Jimena, Leonor, Sol, Urraca, Lambra, Teresa, Dulce, Blanca, Berenguela… Todos ellos son nombres propios de persona que se repiten tanto en la Castilla medieval que hoy nos resultan familiares incluso aquellos que han dejado de usarse. Pero la variedad era mucho mayor. El castellano incorporó a su diccionario vocablos del más variado origen lingüístico: ibero, vasco, celta, griego, romano, gótico, árabe; y los castellanos también tomaron como propios muchos nombres de diferentes culturas o tradiciones. Cercanas y lejanas.
La madre de Fernán González se llamaba Muniadona; una de sus suegras, Toda, y una de sus hijas, Fronilde. Aquella Toda, que era reina de Navarra y mujer multicultural y transversal (además de reina navarra y suegra del conde castellano, era abuela del rey leonés Sancho I el Craso y tía del califa cordobés Abderramán III), era a su vez hija de Aznar y de Oneca, y nieta de Fortún, y tuvo entre sus hijos a una Velasquita, a una Orbita, a una Munia y a una Urraca, y entre sus nueras a una Andregoto, hija de Galindo.


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