Mi edén

En una esquina Napoleón y Napoleón discuten acaloradamente (muchos son los Napoleones en este lugar, otros, los mas chapados a la antigua han optado por Alejandro Magno); ambos sostienen su legitimidad y exponen argumentos muy convincentes “usted dice ser Napoleón Bonaparte y no tiene las más mínima idea de quiénes fueron Polibio, Plutarco o Arriano de Nicomedia, vergüenza debiera darle un descaro semejante” arremetió el primero “¿descaro el mío? Usted mide un metro 85!” contraatacó el segundo.
Para muchos, aquello podría resultar un auténtico infierno, para mí era el mismísimo edén; un lugar donde Mozart y Neruda podían trenzarse en discusiones triviales y terrenales o podían incluso resolver el enigma del huevo o la gallina ( no les revelaré la respuesta).
Pero no todas las personas aquí creían ser personajes célebres de la historia, había locos comunes y corrientes, tan ordinarios como cualquiera de nosotros, ejemplos de ello eran Matías y José ( José y Matías en realidad, acostumbraban intercambiar sus nombres), solían jugar ajedrez durante horas, aunque el desenlace era siempre el mismo, lunes, miércoles y viernes ganaba Matías (José) Martes, jueves y sábados ganaba José (Matías); los domingos si que habían auténticas batallas.
 
Max
(Maximiliano Piffaretti)

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