EL CAJÓN DE CHEMA


TORRENTE BALLESTER. UNA SILLA A LA DERECHA DE CERVANTES.

Hasta ahora había una silla vacía a la derecha de Cervantes, que acaba de ser ocupada por Gonzalo Torrente Ballester». Eso dejó escrito José Saramago después de haber leído ‘La saga/ fuga de J.B.’, la obra que consolidó a Gonzalo Torrente Ballester como uno de los indiscutibles de la novela española del siglo XX. De hecho, cuando Torrente se instaló en Salamanca en 1975, dos años después de la fecha de publicación de ‘La saga/fuga’, ya era casi un mito. Un mito que seguiría creciendo, a partir de esta fecha, con nuevos acontecimientos: entrada en la Española, premio de la Crítica, premio Nacional de Literatura, Príncipe de Asturias (ex-aequo con Delibes, por cierto), Cervantes, Planeta... Así hasta convertirse en la estatua de bronce que lo inmortaliza de manera permanente en su querido café Novelty, en plena Plaza Mayor salmantina...
Para llegar a este estado de gracia, sin embargo, hicieron falta muchas cosas. Era necesario, en primer término, el ingrediente gallego; el mismo toque de magia y de inspiración de un Cela o un Valle-Inclán, o de aquellos Cunqueiro y Castelao que habían fundado en Pontevedra en 1931, sólo tres años antes de que se afiliara Torrente, el Partido Galeguista. La experiencia vital del escritor en la capital de las Rías Baixas le serviría para construir su famosa trilogía de ‘Los gozos y las sombras’, pero también para empezar a forjar ese lenguaje de la ironía y los dobles sentidos que después sería una de las mejores características de su literatura.
Era necesaria también, y de qué manera, la lucha contra la censura, el aprendizaje de las palabras cargadas de sugerencia, las palabras capaces de traspasar los muros de la intolerancia vistiéndose de humor, de pasión, de fantasía o de pura acción, según la conveniencia, para poder seguir siempre al servicio de la denuncia. Los fusilamientos de Alexandre Bóveda y de los principales líderes galleguistas durante la guerra civil le obligaron a esconder sus ideas en la España de la posguerra; su primera novela, ‘Javier Mariño’ (1943), donde el protagonista se enamoraba en el París de 1936 de una militante comunista, fue retirada «por orden gubernativa»; en ‘El golpe de estado de Guadalupe Limón’ (1946), tuvo que ambientar su novela en América, ante la imposibilidad de hablar directamente de la realidad de su país; su ‘Don Juan’ (1963), la obra que Torrente siempre señaló como predilecta, sufrió también una censura feroz, a pesar de sus pretendidas ficciones...
Vigilado de cerca por los censores, Torrente Ballester colmó el vaso de su paciencia firmando un manifiesto de apoyo a los huelguistas asturianos en 1962, lo que significó su apartamiento durante largo tiempo. Se hizo necesario, pues, también que el escritor saliera del ambiente cerrado de aquella España para trabajar en Estados Unidos, añadiendo a sus raíces territoriales y sociales una nueva visión universal. Hasta ese año, y desde 1947, Torrente Ballester pudo vivir en Madrid aquel raro momento de las tertulias y los encuentros de escritores e intelectuales que, desde dentro, empezaban a reconstruir una cultura española que había quedado dolorosamente partida en dos tras la guerra. Además de ‘Los gozos y las sombras’ (producción madrileña sobre memoria gallega), de su etapa en la capital de España surge ‘Off-side’, quizás la novela más comprometida con la sociedad de su tiempo escrita por Torrente Ballester, con el telón de fondo de un Madrid oprimido, alejado de las principales corrientes de Europa y del mundo e incapaz de incorporarse a su tiempo...
Con todas estas mimbres, pero sobre todo con grandes dosis de talento literario, se construye esa gran obra narrativa que después de ‘La saga/ fuga de J.B.’ continuaría con ‘Fragmentos de Apocalipsis’, ‘La isla de los jacintos cortados’ o ‘Filomeno a mi pesar’. Y sobre la obra, además, la figura del escritor, profesor y crítico socarrón, maestro del humor negro y la contradicción, que fue tan célebre por su cultivado cinismo como por la equilibrada locura de sus escritos. «Lo realmente humano es el desequilibrio», decía en ‘La isla de los jacintos cortados’, quizás una de sus obras más sugerentes y personales. El mismo espíritu de una de sus frases más célebres, sobre la fórmula de la novela tradicional: «No puedo desear que ganen los buenos, ya que ignoro quiénes son».

Carlos Aganzo, escritor y periodista, es director de El Norte de Castilla.
02/02/2010 El Norte de Castilla

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