El cardenal Espinosa

Don Diego de Espinosa Arévalo nació en Martín Muñoz de las Posadas en el mes de septiembre de 1513. Por esta razón aquí se está celebrando este verano una serie de actividades culturales para dar a conocer la figura de tan ilustre personaje, al cumplirse el quinto centenario de su nacimiento. No son muchos los datos biográficos que conocemos de él. Sabemos que estudió Leyes en la Universidad de Salamanca y que en su adolescencia recibió las “órdenes menores”, por lo que, al parecer, iniciaba una carrera eclesiástica compatibilizando el estudio de leyes civiles y leyes canónicas, pero muy pronto abandona la carrera eclesiástica para orientarse a la carrera civil. A pesar de este abandono, en su madurez se da cuenta de que esto no había sido una buena idea y en enero del año 1564, con 51 años de edad, recibe licencia para ordenarse de presbítero, cosa que consigue el 5 de marzo de ese mismo año.
En su “curriculum” pasa por puestos importantes: oidor en la Audiencia y Chancillería de Valladolid, oidor de la Casa de Contratación de Sevilla, regente en el Consejo Real de Navarra, consejero en el Consejo Real de Castilla y por deseo expreso de Felipe II (1565) Presidente del Consejo Real de Castilla e Inquisidor General (1566), tras la destitución de Fernando Valdez. Por estos años uno de los muchos asuntos a resolver era el problema de la rebelión de los moriscos del antiguo reino de Granada y en este campo dictó una serie de providencias que prohibían el uso de su lengua, mandaban la entrega de libros y ordenaban la aceptación de los ritos y costumbres castellanas. Estas disposiciones fueron aprobadas por la mayoría del Consejo, con la oposición del Duque de Alba, y sin duda influyeron en la llamada “segunda rebelión de las Alpujarras” (1568-1570). En febrero de 1568 es nombrado obispo de Sigüenza y en marzo de ese mismo año el papa Pio V, a propuesta del rey, le entrega el capelo cardenalicio. De todo esto lo que queda muy claro es que Espinosa fue siempre un fiel servidor a su rey y este lo tuvo siempre en gran aprecio, valorando su entrega y su rectitud al servicio de los ideales de la Corona y de las Reformas del Concilio de Trento.
Por aquellos años otro tema político de vital importancia fue el de la rebelión de los Paises Bajos. Este asunto consiguió dividir a los principales líderes políticos que rivalizaban en dirigir aquella vasta monarquía de gigantescas dimensiones  y con problemas tan complejos (familiares, políticos, militares, religiosos, diplomáticos, económicos). En primer lugar estaba el partido del gran Duque de Alba, que, frente al problema que nos ocupa, intentó sofocar la rebelión con una política dura, represiva y sanguinaria, que no dio resultado. En segundo lugar estaba  el partido acaudillado por Ruy Gómez, príncipe de Éboli, que trataba de imponer una política de transigencia y reconciliación que tampoco dio resultado. En esta línea se encontraba el cardenal Espinosa, aunque debido a su muerte temprana y precipitada, en 1572, no tuvo tiempo de ponerla en práctica.
Esto en pocas líneas es el resumen de su biografía, pero mucho más importante fue su legado para el pueblo donde nació. Allí, cerca de la plaza de su pueblo, construyó un palacio de estilo renacentista, que él no pudo habitar debido a su muerte prematura, y que ha sobrevivido a duras penas  cerca de 500 años, con su magnífica portada, con las dos torres que lo custodian y con su amplio y luminoso patio interior. Allí, en la iglesia de su pueblo, quiso ser enterrado y para esto se reformó la cabecera del templo constituyendo un conjunto artístico de los más bellos del contorno.
 Las elevadas proporciones de su capilla mayor, de su transepto y de su crucero, la elegancia de sus bóvedas del último tercio del siglo XVI y sobre todo el magnífico retablo del altar mayor del más puro estilo herreriano, que nos recuerda al del monasterio del Escorial. La sobriedad, la simetría, el equilibrio, el orden, la armonía son los valores principales de este retablo, que tanto se diferencian de los exuberantes retablos barrocos que llenaron nuestras iglesias durante los siglos posteriores.
 En el muro del Evangelio de esta misma capilla mayor se construyó el mausoleo del cardenal Espinosa. Aparece en el centro una magnífica estatua del cardenal, que le representa arrodillado en un almohadón ante un reclinatorio, sobre el cual hay un libro abierto. Destaca  la ampulosidad de su traje cardenalicio, la majestuosidad de su figura, la riqueza de su mármoles, todo ello dentro de un escenario de muy nobles dimensiones que nos recuerda la grandeza de las estatuas orantes del presbiterio del monasterio del Escorial, obras del gran escultor italiano Pompeio Leoni, que es también el autor de este mausoleo. El conjunto lo mandó hacer el sobrino del cardenal, Don Diego de Espinosa, heredero del mayorazgo y titular de todas las capellanías que el cardenal dejó en esta iglesia. La obra se ejecutó entre el año 1577 y 1579 y costó un total de 1900 ducados. El bello epitafio de la parte superior del mausoleo canta así la gloria del cardenal:

“Pusieron en él toda su excelencia
La estrella y la virtud partidamente
La estrella le subió a real potencia
Virtvd le dio el tenella dignamente

Con mitra y con capelo i presidencia
Regio sacro i profano iuntamente
Aqví nascio primero aqvi enterrado
Espera renascer de lvz cercado”

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