El Castro de las Cogotas

En la carretera que, desde la AP-6,  pasa por Pajares de Adaja en dirección a Ávila, unos kilómetros adelante nos encontramos una desviación a la derecha que nos lleva, después de unos minutos de trayecto, a la presa de las Cogotas. Desde la misma presa y mirando hacia el noroeste, vemos una pequeña loma coronada por dos berrocales redondeados de granito conocidos en la zona como cogotas, que dan nombre al yacimiento arqueológico del Castro de las Cogotas.
Además de su configuración geológica, lo más destacado de este yacimiento es la muralla que le circunda, adaptándose al terreno para albergar en su interior un espacio de 14,5 hectáreas en dos recintos, uno superior, llamado también acrópolis, y otro inferior que llega hasta el arroyo Rominillas bordeando la ladera y que tradicionalmente se conoció como recinto de ganados, aunque ya hemos visto que en las excavaciones efectuadas se comprobó que, independientemente de que hubiese sido recinto ganadero, también tuvo un uso artesanal industrial.

La muralla
La muralla está construida con aparejo de mampostería de granito gris de la zona, trabado en seco. Las formas tan simétricas que tienen la mayoría de las piedras que la configuran, son debidas a la fractura característica del granito del lugar. Se construyó mediante un doble muro con caras vistas a los exteriores y un relleno de piedras de diverso tamaño al interior, lo que le daba una gran solidez. En las caras exteriores se construía mediante hiladas más o menos regulares en las que se introducían cuñas para calzar los mampuestos.
Si bien la muralla se adapta perfectamente al terreno, también se busca en su construcción un complejo sistema defensivo. Sobre todo en las caras norte y oeste del primer recinto, donde se pueden ver unos potentes bastiones que le dan a la cerca una forma sinuosa que posiblemente sirvió para facilitar un fuego cruzado en la zona más vulnerable del poblado.

Las Viviendas
Las casas más conocidas de este lugar son las llamadas casas escalonadas, que se encuentran adosadas a la muralla en el lienzo oeste, junto a la considerada como puerta principal. Estas viviendas tienen una superficie aproximada de 30 m de lado por 7 m de ancho.
El material usado para la construcción es la piedra granítica, que el lugar ofrece en abundancia. También empleaban el adobe, material que aparece en grandes cantidades en las excavaciones, lo que hace pensar que probablemente se utilizó para construir los tabiques interiores. Las paredes estaban recubiertas de un enfoscado calizo. Los tejados se formaban con troncos de madera recubiertos de barro y paja. En la cubierta había un hueco o lumbrera por la que salía el humo de los hogares. Era una salida de humo directa ya que no existían chimeneas.

La vida cotidiana
La vida cotidiana en el castro estaría marcada por la aridez del clima y el paisaje. Su actividad estaba determinada por la realización de las distintas actividades tales como:
El cuidado del ganado, con la existencia de algún tipo de trashumancia, realizada dentro del propio territorio, para buscar mejores pastos.
Por la de la agricultura, en los valles más fértiles, y, posiblemente, en las proximidades del castro en pequeñas parcelas cercadas para evitar que los animales destrozaran los sembrados.
En las áreas comunes se trabajaría en los distintos talleres, pues conocemos perfectamente la existencia de un alfar colectivo, y lo mismo ocurriría con la fragua.
La actividad textil estaba ligada a los hogares y a la figura femenina.
La eficiencia de los canteros nos llega a través de las construcciones de sus edificios y de la fabricación de molinos para moler el cereal, abundantes en el poblado, y la talla de las esculturas de toros y cerdos conocidos con el nombre de verracos y que se extienden por todo su territorio.

Los vettones
 Entre los siglos VIII y V a.C. aparecen en todo el área de la meseta poblados situados en cerros de fácil defensa y próximos a fuentes de agua. Se levantan las fortificaciones en torno a un hábitat de carácter estable que buscaba el control del territorio que le rodeaba. Estas poblaciones conocían y usaban de forma generalizada el hierro, lo que supuso no sólo el desarrollo del armamento, sino también la roturación del terreno que implicó una mejora alimenticia que propició un aumento demográfico.
Otras peculiaridades de esta cultura son las cerámicas a torno y la incineración de los muertos. Los vettones fueron los autores de los verracos o figuras de toros, cerdos y jabalíes que constituyen uno de los elementos más representativos de estas poblaciones.
Sabemos que existieron lenguas celtas, pero desconocemos si los vettones tuvieron una propia. Sí sabemos que el término de –vettón- es de raíz celta y entre los significados que se le dan están los de “luchadores” u “hombres de la guerra”.
 Merece la pena hacer una pequeña escapada, teniendo en cuenta que el castro está a menos de 20 minutos de aquí. El lugar nos ayuda a percibir otras formas de existencia, otras condiciones de vida, otros modos de aprehender el mundo que nos rodea. Impresionan sobremanera los viejos carteles a la entrada del recinto que dicen: “RESPETAD EL LENGUAJE DE LAS PIEDRAS”.
Lección de historia
Radio Adaja, 21 de julio de 2010

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