El Alabastro de San Jeremías

Sabemos que la idea de una cosa es relativa al sujeto que interpreta esa cosa. Se llama subjetividad. Y por distintos procesos mentales y cognoscitivos, esa subjetividad, se convierte en objetividad que, naturalmente, está fuera del alcance del sujeto y no es opinable por ser Realidad. De lo anterior se desprende que las opiniones son discutibles y las Realidades no. La luna será, siempre, la luna aunque un ciego, al no verla, niegue su existencia. Las opiniones son, por definición, discutibles y, además, tendenciosas cuando se intenta convencer a otros de que, el desatino opinado, no admite réplica. A eso, los filósofos, lo llaman "sofisma" que en román paladino (es decir castellano puro y duro) significa, entre otras cosas, falacia o falsedad. Lo dicho nos lleva a considerar que emitir opiniones disfrazadas de sabiduría depende más de la verborrea de quien las emite que de los conocimientos reales que el emitidor posea (perdón por el neologismo casero). El asunto se agrava cuando los responsables de esas opiniones, tendenciosas, consiguen una clientela incauta que, de buena fe, se traga el dictamen de los farsantes. Desconfiemos, por tanto, de las opiniones de esos charlatanes que son como ciertas aves parlanchinas: si adiestramos a una cotorra para que repita, incansablemente, las palabras "victorino" o "alabastro", por ejemplo, el animalito, irracionalmente, insistirá en articular dichos vocablos aunque tenga delante una zapatilla.
Si queremos conocer la naturaleza (o calidad física) de una estatua de piedra acudiremos a un cantero, estatuario o artista con experiencia para que nos ilustre. Pero a nadie, en su sano juicio, se le ocurriría consultar con un ingeniero naval, ni con un veterinario, ni, mucho menos, con un bondadoso sacerdote experto en latines y teologías. Y, sobre todo, evitará las lecciones que, sobre el tema, pueda proporcionar cualquier cantamañanas.
Todo lo anterior es aplicable a los múltiples aspectos del saber humano y, en esta ocasión, a ese sinfín de bulos, mitos y tópicos asilvestrados que alfombran nuestra Villa (o Ciudad) y que iremos desgranando, uno a uno, si el tiempo lo permite y con el superior permiso.
Hoy me centraré en "… una de las obras de arte más importantes de la ciudad, la escultura en alabastro de San Zacarías …" (El subrayado es mío y el entrecomillado transcripción literal de un libro, en edición y distribución domésticas, que tengo entre mis manos). También podemos leer en otro libro (éste en edición sufragada por el mismísimo contribuyente), que sospecho se apoya en el anterior, que dice: "…y una talla en alabastro de un santo (se cree que puede tratarse de S. Zacarías)…". Yo no salgo de mi asombro y sigo con el misticismo hecho puré desde lo de SAN VITORINO. ¿Es ético afirmar, nada menos que por escrito, que una pieza escultórica está hecha de tal o cual material sin conocer, en absoluto, el material que se describe? ¿Qué consideración hemos de tener con libros cuyos errores (posiblemente heredados) siguen uno a otro como las cuentas de un rosario? A mí, personalmente, me hace sonreír con el mismo sarcasmo que si alguien quisiera hacer carrera operística sin saber solfeo.
En ciertos lances se acuerda uno de aquel santo baturro llamado Pascual Bailón que, siendo pastor de cabras, fraile lego y analfabeto, terminó escribiendo unos "Cartapacios". Pero los milagros son los milagros y nada tienen que ver con las osadías. Ni con esa cotorra que delante de una estatua de MÁRMOL repite, sin pestañear, el vocablo ALABASTRO.
El ALABASTRO, señores míos, es una semipiedra de color blanco purísimo, translúcido o semitransparente que fácilmente se puede rayar con la uña. Es una variedad del yeso hidratado (sulfato de calcio) y su peso, aproximado, es de 2.400 kilos por metro cúbico. Su calidad escultórica es muy inferior a la del mármol.
El MÁRMOL ESTATUARIO (que es del que hablamos) es un carbonato cálcico muy duro, altamente compacto, liso y de grano muy apretado. Su peso, aproximado, es de 3.000 kilos por metro cúbico y es idóneo para trabajos que han de durar varios siglos…
Recuerdo, con agradecimiento y claridad meridiana, las magistrales lecciones, teóricas y prácticas, que recibí, en mis comienzos artísticos, de uno de los grandes pintores y escultores que hubo en España en el siglo XX. Se llamó Javier Clavo (pariente próximo del crítico taurino "Corinto y Oro") y tenía ramificaciones familiares en Arévalo. Él me enseñó a distinguir, entre otras cosas, el ALABASTRO DE DEPÓSITO ESPELEOLÓGICO del MÁRMOL ESTATUARIO DE CANTERA ABIERTA allá por los años sesenta. Desde entonces he esculpido más de de treinta estatuillas en alabastro y otras tantas en mármol. En estos momentos poseo doce pequeños bloques, en alabastro bruto, a disposición de quien quiera conocer la naturaleza de dicho material…. No tengo ningún inconveniente para seguir hablando de alabastro, de mármol, de objetividades o de fábulas inventadas por no sabemos quien. Pero hay realidades que son Realidades como el nombre SAN VITORINO, EL MÁRMOL DE SAN ZACARÍAS y un montón de cosas que dejo para mejor ocasión por encontrarse mi "alter ego", Fray Giovanni, rezando en el desierto tebaideo con la esperanza de que acuda la Luz al entendimiento de nuestros turiferarios con pluma. Yo solo me siento incapaz de desbaratar tanto desatino.
Si mi disertación (que puedo mantener incluso delante del mismísimo Nuncio Apostólico) se ha centrado en la evidencia de la materia, que sustenta la figura escultórica de San Zacarías, su título debería de haber hecho referencia a dicho Santo. Sin embargo, como aquí todo el mundo hace virguerías para relumbrar y yo no deseo destacarme por hacer lo contrario, tengo razones (subjetivas y peregrinas, como los demás) para nombrar al padre de San Juan Bautista con el apelativo de Jeremías. Dicho de otro modo: si ciertos intelectuales, de bombo y pandereta, son capaces de bastardear el nombre del Santo Mártir Romano Vitorino, sin que les remuerda la conciencia, con argumentos torpes y sicalípticos y, además, trastocan el MÁRMOL en ALABASTRO con la misma facilidad que si fueran primos carnales del Druida Panoramix, yo uso de los mismos alegatos, y exhibo el mismo derecho, para rebautizar a San Zacarías con el nombre de Jeremías. Al fin y al cabo ambos personajes figuran en las Sagradas Escrituras… ¿O no?.

José Antonio ARRIBAS

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