¡ESTÚPIDO!

Plaza de la Villa y el desaparecido Torreón de Yurrita, Arévalo
(Universidad de Sevilla)

El barullo crecía y crecía.
Subía hasta el olmo donde Braulio estaba encaramado, como casi siempre.
Todos se concentraban junto a la entrada de la casa del indiano. Donde, sobre la puerta, en una placa se leía el siguiente texto:


“Aquí nació Séneca Averroes.
Filántropo y escritor.
Homenaje de la ciudad
que le vio nacer en el
centenario de su nacimiento.
Ciudad, a 20 de abril de1982.”

Braulio descendió del olmo para poder escuchar.
Delante de la puerta del indiano María Jesús López Pérez, la nieta de Paco Pérez, el telegrafista, y José María Hernández, el pescadero, nieto e hijo de pescaderos, se enfrentaban a la multitud agrupada en torno a ellos.
- Ciudad cometerá un grave atentado contra la historia y el patrimonio común de todos los ciudadanos –gritaba María Jesús-, si se venden las escuelas para construir una plaza de toros y un museo taurino.
- No digas estupideces –le recrimina Mari Jose, la concejal de urbanismo-. Hace ya más de veinte años que el colegio está cerrado. Derribarlo y construir un espacio multicultural, sin duda alguna, es muy beneficioso para Ciudad. No podemos mantener tanto patrimonio inútil.
- Pero no debemos acabar con el legado de don Séneca Averroes –respondía María Jesús-. Todos sabemos lo que significó para Ciudad que gastara, de forma desinteresada, parte de su fortuna en su lugar de nacimiento, en unos tiempos tan difíciles y complicados como la república, la guerra y la posguerra. Que convirtiera su casa natal y los terrenos colindantes en colegio público y creara una línea de becas para que todos los niños y niñas más desfavorecidos pudieran estudiar y labrarse un futuro.
Vladimir Mayakovski
por Alexander Rodchenko
Braulio se fue colando entre la multitud para no perder palabra.
- ¡Qué bonito! –replicó la concejal-, ¿dio acaso un céntimo para que entrara la comida en nuestras casas?, ¿donó un solo céntimo al Ayuntamiento para las fiestas?
- ¡Menos becas, menos libros, y más pan y más novillos! –gritó otro por detrás-.
- Séneca Averroes, Séneca Averroes –gritó ahora la concejal de cultura-, ¿qué clase de nombre es ese? Aquí la gente decente se llama María o José o Jesús o nombres similares, pero Séneca, ¿quién coños se llama Séneca? Y todos nos apellidamos López, Pérez, Jiménez o, incluso, García, que esos los hay en todos sitios, pero ¿Averroes? Seguro que era descendiente de sarracenos. Y quién coños en Ciudad ha leído una sola línea de lo que escribió este explotador del tercer mundo, porque, ¿de dónde creéis que le viene la fortuna a este filántropo, que es una profesión desconocida para todos nosotros? A saber lo que haría en su filantropía.
La nieta del telegrafista intentaba hablar pero, los gritos y abucheos, se comían sus palabras, mientras el pescadero trataba sosegar a la multitud agitando ambas manos.
Entonces Braulio se puso delante todos y esperó a que se calmaran un poco. Quizás por curiosidad, o por ver a Braulio alejado de su olmo, empezaron a callarse.
- Séneca Averroes - comenzó a gritar Braulio-, hasta donde yo sé, era hijo y nieto de ciudadanos, sus padres y abuelos eran todos ciudadanos, nacidos y criados en Ciudad. Los nombres de Séneca y Averroes son tan hispanos, o más incluso, que José o Jesús, que son de origen hebreo. Tanto Séneca como Averroes, nacieron en lo que hoy es España, fueron dos cordobeses que, en su época y en la actualidad, eran y son un referente de la cultura internacional. Nuestro paisano, ganó su fortuna con el sudor de su frente en América y gastó una parte considerable en Ciudad, para que todas las personas tuvieran la oportunidad de estudiar. Por si no lo sabéis, él siempre decía en sus escritos que, a diferencia del concejal de cultura, yo sí he leído, que "una sociedad culta es una sociedad más justa".
Estoy plenamente de acuerdo con María Jesús y José María: La casa natal de Séneca Averroes ya forma parte de la historia de Ciudad y no debe ser destruida ni enajenada pues pertenece al patrimonio común de todos los ciudadanos.
- Deja de decir estupideces, loco inmundo, y vuelve a tu olmo –gritó alguien entre la multitud-.
-¡Qué se calle ese estúpido!, ¡estúpido!, ¡estúpido! –crecía el vocerío-.
- Tranquilos, tranquilos –dijo Braulio haciendo un ademán con ambas manos para tranquilizar a la gente enfurecida-. Pensad que ese grupo de sonidos que parten de vuestra boca como insultos, al llegar a mis oídos se han convertido en halagos.
Y ya no pudo decir nada más pues una hostia traicionera le tumbó en el suelo, donde quedó inconsciente.

En Arévalo, a nueve de agosto de 2018.
Luis José Martín García-Sancho.
Blog "Arevaceos"

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