La Lugareja

Hay monumentos que se consideran emblemáticos porque resumen en imágenes la historia más significativa de un pueblo o ciudad. En nuestro entorno más próximo, si visitamos Ávila, tenemos en sus murallas o en su catedral un buen símbolo de su pasado. Más cerca de nosotros, tenemos a Madrigal de las Altas Torres o a Martín Muñoz de las Posadas; en el primer caso situaríamos como emblemático al palacio de Juan II de Castilla o a la iglesia de San Nicolás que se muestra majestuosa sobre la inmensa llanura; en el segundo caso pondríamos como reclamo el palacio del Cardenal Espinosa o la riqueza artística de su iglesia parroquial. En los tres casos siempre la unión de los dos grandes poderes dominantes: el poder político y el poder eclesiástico que se repartían por igual el poder económico en el Medievo.
En el caso de Arévalo, tal vez sería más difícil la elección de sus iconos. Muchos de nosotros elegiríamos tal vez, al norte, su castillo, estampa señera, que representa el papel de la nobleza semifeudal de finales de la Edad Media y, al sur, la Iglesia de la Lugareja como representante del poder eclesiástico.
La iglesia de la Lugareja es lo único que nos queda de aquel complejo monacal que se fundó a finales del siglo XII (1179), primero como monasterio de canónigos regulares, luego transformado en monasterio de monjas cistercienses (1240), que después se trasladan al Palacio Real de Arévalo por donación del emperador Carlos V y gracias a la intervención del alcalde Ronquillo (1524). A partir de entonces le sobreviene la consabida decadencia y logra subsistir hasta principios del siglo XX (1911) como parroquia del cercano “lugarejo” de Gómez Román. A pesar de todo la iglesia de la Lugareja se puede considerar el mejor ejemplo de arte mudéjar de Arévalo y su comarca. Así lo manifiestan repetidamente los historiadores. Así lo vio hace bastantes años el gran historiador y arquitecto D. Fernando Chueca Goitia, a quien la vista del conjunto desde el este le hizo sentir: “una de las más puras emociones del volumen de toda la arquitectura española”. Ahí quedan en pie para demostrárnoslo sus tres ábsides, su elegante cimborrio que se apoya en el ábside central y su espléndida y luminosa cúpula.
Hasta aquí todo es historia, pero no nos va a ser fácil explicar a nuestros visitantes que nuestra imagen señera, que representa mejor que ninguna otra al estilo mudéjar morañego, hoy en día, solamente se pueda visitar durante dos horas a la semana, los miércoles desde las 13,00 a las 15,00 horas.
Miles de personas visitarán Arévalo y muchas de ellas, conocedoras de la historia, querrán visitar La Lugareja, el antiguo monasterio de Santa María de Gómez Román, sabedores de la importancia histórica, arquitectónica y cultural de esta iglesia, declarada Monumento Nacional el 3 de junio de 1931. Pretenderán con legítima intención apreciar “in situ” las maravillas que hasta ellos han llegado sobre la arquitectura mudéjar que atesora. Pero si impresionante es su imagen exterior no menos resulta situarse en su interior, alzar la vista y sentirse impresionado por la vista que su cúpula nos ofrece. La sobria desnudez y pureza de líneas que ponen en relación lo románico y lo cisterciense. La contemplación del ábside central al que da paso un arco toral de tres roscas apuntado, de doble anchura la interior, y que se prolongan hasta el suelo sin más solución de continuidad que ladrillos con perfil de nacela a modo de capiteles. Y tantos otros detalles que llevan a quien la visita a consumir las horas en dulce delectación contemplativa.
Por todo lo anteriormente expuesto y muchos otros argumentos más, imposibles de recoger por falta de espacio, consideramos que se hace necesaria la intervención de todos y cada uno de los responsables de la Administración, desde el Ministerio de Cultura, insistimos en recordar que se trata de un Monumento Nacional (B.I.C), de la Junta de Castilla y León, Diputación Provincial y Ayuntamiento de Arévalo, para que al margen del litigio en el que se encuentra, se habilite un horario de visitas al público racional y más acorde a las circunstancias tan particulares que Arévalo y la comarca van a vivir durante este año. Un horario amplio adaptado a las visitas que miles de personas realizarán para que todas las que lo deseen puedan visitar La Lugareja. Realizar una promoción turística adecuada para que aquellos que no sepan de su grandeza la conozcan, la visiten y disfruten de los tesoros arquitectónicos que posee. Además, cuando los meses estivales lleguen, incluso si la primavera se presenta favorable de temperatura, no se nos ocurre un lugar mejor para comerse un bocadillo o pasear mientras se hace la digestión del Tostón de Arévalo, que la Lugareja y sus alrededores, paraje con una belleza que enamora a cuantos la visitan. No creemos pecar de exceso de pasión por nuestra tierra al hablar así de uno de sus tesoros, muy al contrario estamos convencidos de que es algo que pertenece a todo aquel que ame el Arte, la Cultura o el Patrimonio Histórico más allá de su lugar de nacimiento y por ello tiene derecho a visitar, contemplar y disfrutar de esta maravilla del arte mudéjar o románico de ladrillo, testigo vivo de la historia de España.
Tal vez se pueda aprovechar la ocasión y resolver definitivamente el litigio que tanto daño está haciendo al interés general, el de todos, ese que representa algo tan sencillo como poder visitar un Monumento Nacional (B.I.C.), la “Catedral del Mudéjar” como en alguna ocasión han llamado a esta humilde ermita que un día fue monasterio.
La Llanura número 46
marzo de 2013

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