“UNA TARDE DE UN DOMINGO CUALQUIERA”

    Nunca agradeceremos lo suficiente a los que, como Luisjo, nos enseñan los paraísos cercanos. Esos lugares próximos pero de los que nada sabemos o no hemos reparado en su belleza, hasta que un buen día, un feliz día, nos los muestran.
   Son lugares que no precisan de largos viajes ni grandes preparativos para llegar a ellos. Podemos disfrutar de estos parajes de muchas maneras, un sencillo paseo, una vuelta en bicicleta, tal vez unas carreritas. Solos o acompañados, pocos o muchos, con niños o sin ellos, seamos jóvenes o no tanto; sin alharacas, con la sencillez de lo cotidiano. En cualquier momento, cualquier día de la semana que nuestras ocupaciones nos lo permitan o nuestras preocupaciones nos lo exijan.
   En esta ocasión tocaba el paraje del Orán, al norte de la ciudad de Arévalo, nada más pasar el Monasterio Cisterciense de Santa María la Real, “La Trapa”. Es según nos había adelantado Luisjo: “...un bosque maduro, menos castigado por la acción del hombre, en cierto modo más virgen que los que habíamos transitado en otras ocasiones; con un sotobosque rico y variado que ha facilitado el asentamiento de una interesante y rica población de mamíferos y aves; es uno de nuestros bosques más interesantes desde el punto de vista ecológico, pues están bien representados grandes herbívoros como el corzo y el jabalí, y varios roedores como conejo, ardilla, liebre, ratones, topillos y lirones, así como un centenar de pequeñas especies de aves. Lo que atrae a un buen número de depredadores como águila imperial, milano real, milano negro, alcotán, azor, búho real, cárabo, búho chico, tejón, jineta, zorro, hurón, garduña, comadreja..., ...se asienta sobre dunas continentales con un porcentaje de finas arenas cercano al 100% que se encargan de filtrar y absorber como una esponja el agua de las precipitaciones en forma de lluvia, nieve, niebla o hielo. Lo que facilita la recarga del castigado acuífero de los Arenales con aguas de calidad y en cantidad...”.
   A la presencia del equipo médico habitual” se sumó la de personas que son muy apreciadas en estos actos, de trato agradable y bondad infinita, dechado de virtudes y cuya ausencia, cuando se produce, resulta harto dolorosa. Pastoreaba el grupo, Lenka, una de las perras más bonitas del mundo, en un intento vano de mantenernos agrupados, tal vez desconocedora que muchos de nosotros somos de la Alhóndiga.
   La marcha relajada y agradable, fijándonos en las huellas y vestigios del paso de otros animales, casi como modernos investigadores del C.S.I., fotografías, comentarios, disfrutando del paisaje y los alumnos más aventajados dando muestras de lo que han aprendido de sus maestros. Huellas claras y distinguibles del jabalí, con sus muestras evidentes de haber hozado el terreno en busca de alimento. La alta hierba, que se veía entre los pinos, acamada por el efecto del viento y de la lluvia. Una huella de tejón, nítida y reconocible y el sendero marcado del paso del corzo.
   Momento en el que se hizo el silencio ante las indicaciones de Luisjo, y delante de nosotros, a no mucha distancia, pudimos ver al grupo de corzos que se alejaba. Dice la leyenda que solamente las gentes de buen corazón, aquellos que viven en paz y armonía con ellos mismos y lo que les rodea, son capaces de ver al corzo, el duende del bosque, cuando temeroso corre entre la vegetación.
   Comenzamos entonces a caminar en dirección a la Alberguería, “verguería” que dicen otros, paraje más próximo al río Adaja, y por el que discurre el Cordel Real de las Merinas de Arévalo al Puente Rúnel; donde perdura el sonido de esquilas y cencerros que acompañaban a la trashumancia y el eco de coplillas cantadas por pastores que traen historias de la lejana Soria y de las dehesas de Extremadura.
   Llegamos, bajada la pendiente, hasta el vado que durante siglos ha sido lugar de paso y ha permitido que pueblos e individuos vadeen el río Adaja. Del otro lado del río el paisaje resulta áspero, lleno de maleza y salvada la ladera, fértiles y fecundos labrantíos. Tal vez sea la composición del terreno, pero resulta curioso ver la desolación que presenta frente a nosotros “Cantazorras”, con sus lomas peladas de vegetación, salvo algún tomillo y maleza rala, cuando la feraz alameda se extiende a nuestros pies y a nuestra espalda el bosque todo lo ocupa.
   No lo sabía cuando me lo preguntaron, por eso al día siguiente, consulté a uno de nuestros expertos en Historias y Artes, y me dijo que el término Orán, pudiera ser como consecuencia de la ocupación que durante la invasión musulmana de la Península Ibérica hicieran gentes venidas de esa región del norte de África, hoy Argelia, quienes añorando tal vez su lugar de nacimiento, bautizaron en diversos lugares con este sonoro nombre algunos parajes, para recordar de alguna manera sus orígenes.
   Cuando se hace de noche, con la luna en sus últimas jornadas en cuarto menguante y uno se imagina el otilar del lobo, como lo escucharan hace tiempo los pastores trashumantes que pernoctaban en la Alberguería, camino de los pastos sorianos o de regreso a la cálida Extremadura, se hace difícil volver a esto que hemos inventado y que llamamos civilización. La visita ha terminado por hoy, nos despedimos avistando, ya a oscuras, una conejera repleta de entradas y túneles. La suerte que tenemos es que se puede volver cualquier otro día, y que al variar la época del año o el momento del día, el paisaje vivo y cambiante, nos mostrará un escenario diferente, siempre atractivo.
   Tal vez muchos no lo supiéramos, pero ahora nos damos cuenta que a diez minutos de Arévalo, tenemos un paraíso. ¡Cuántos quisieran tener algo parecido! Esto es lo que se llama calidad de vida, poder gozar de la naturaleza sin necesidad de largos viajes. Tal vez si se dieran algunos un paseo, andando o en bicicleta, por estos parajes, comprenderían la importancia de conservarlos para el presente y el futuro, sin necesidad de grandes inversiones, salvo la imprescindible de sentido común y respeto al entorno en el que vivimos.
Fabio López
Fotografías de  Juan A. Herranz y Julio Pascual Muñoz

Comentarios

DESDE LA LUGAREJA ha dicho que…
... ya me decía - a mi mismo - que no debía haber leído al crónica de Fabio.
chispa ha dicho que…
Pues yo debo ser de esos que no tiene buen corazón -supongo que será el tabaco - pero sigo sin ver al Corzo... si, lo noto, sé que esta ahí, siento su presencia, sus huellas.. casi le huelo... pero no consigo verlo. También puede ser que esta vez no me extasié, fui un poco más pragmático, y estuve mas atento al "momento de Chocolate con Soletillas" con que nos deleito, esta vez si, nuestro Magnanimo Presidente- supongo también que para redimir sus pecados. El caso es que estaba rico, calentito, y los bizcochos recientes. Lo siento Mario, esta vez te lo perdiste, y estas ocasiones no se presentan a menudo. ¡ es lo que tiene el futbol!
Luis ha dicho que…
Magnífica crónica Fabio. El respeto al entorno en que vivimos, tan bien descrito en tu crónica, empiza por conocerlo. Estoy seguro de que mucha gente apostaría por la destrucción, transformación, urbanización de ese entorno valioso, en pro de un "progreso" necesario, sin tan siquiera conocerlo. Y es que, amigo Fabio, muchas veces el sentido común, al que tú te refieres, es el menos común de los sentidos. Gracias por tus palabras.
Anónimo ha dicho que…
chispa no es no no darte la razón.......o a Luisjo o a Fabio, pero, y si lo que necesitaras son unas buenas gafas??? lo digo pro experiencia personal jajajaja, aunque en tono maternal he de decirte, "debes dejar de fumar que te hace daño".
Fabio, sabes que me duele no poder ir a estos interesantes y agradables paseos, los echo de menos MUCHO, pero tengo que decir en tu favor, que me haces "pasear" desde mi silla cada vez que escribes tu cronica.....Pili.

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