Arquitectura mudéjar

El término mudéjar, que deriva del árabe Mudayyan (“aquel a quien ha sido permitido quedarse”), designa un fenómeno artístico privativo de España: la pervivencia del arte islámico en territorio peninsular tras la conquista cristiana de al-Andalus. Se desarrolla desde fines del siglo XII hasta el siglo XVI en los reinos cristianos de la Península Ibérica en los que se da una situación de tolerancia religiosa característica de la sociedad medieval hispana, conviviendo cristianos, judíos y musulmanes.
Cuando los reinos cristianos de España inician a partir del S. X la paulatina recuperación de las ciudades dominadas por el Islam, se encuentran con el problema de la dificultad de repoblación de los núcleos urbanos reconquistados, por lo que se autorizó a los moros vencidos a permanecer en territorio cristiano, conservando la religión islámica, la lengua árabe y un estatuto jurídico propio. Hasta el año 1502 no fueron obligados a convertirse en la Corona de Castilla, decisión que se retrasó hasta el año 1526 en la Corona de Aragón. Estos moros o mudéjares, una vez convertidos, son conocidos con el nombre de moriscos. Todavía permanecieron en territorio español hasta su definitiva expulsión en los años de 1609 y 1610, ya en el reinado de Felipe III.
No cabe duda de que los conquistadores cristianos estaban deseosos de dejar muestra de los estilos occidentales europeos, románico y gótico, en las ciudades tomadas al Islam; pero múltiples condicionamientos frenaban notablemente este impulso de desarrollo del arte occidental.

Características generales
El rasgo más importante del arte mudéjar es el empleo de materiales pobres, ladrillo y mampostería principalmente, junto al yeso y madera. El éxito del estilo mudéjar se debe a la economía y rapidez respecto al uso de la piedra. Los elementos constructivos son cristianos y musulmanes.
La abundante decoración islámica disimula la pobreza del material: arcos ciegos, impostas, red de rombos, rehundimientos, ajedrezados, espina de pez… y otras imaginativas y diversas combinaciones con el ladrillo.
En su mayor parte es obra de alarifes mudéjares que eran una mano de obra barata y cualificada, aunque también posteriormente lo realizaron los propios cristianos. El mudéjar encontró su máxima expresión en la arquitectura, en general construcciones de carácter religioso (iglesias, sinagogas y mezquitas) aunque también se hicieron edificios civiles.
La planta de la mayoría de las iglesias es rectangular de una o tres naves, con un ábside semicircular cubierto con bóveda de cuarto de esfera. Las naves se cubren con techumbre plana o armaduras de par y nudillo, generalmente en forma de artesonado. Suele haber una torre en el crucero o en un lateral, decorada con arcos ciegos que al ascender se transforman en vanos.
En Castilla y León se desarrolla una importante variante regional del mudéjar, el llamado «mudéjar castellanoleonés» o «románico de ladrillo». Los alarifes siguen la tipología románica tanto en planta como en alzado, utilizando arcos de medio punto, pilares, arcos ciegos exteriores y portadas abocinadas con arquivoltas, más pequeñas que las románicas y recuadradas por alfiz, pero en ladrillo combinado con mampostería. A veces se terminan en ladrillo iglesias iniciadas en piedra.

El mudéjar en Ávila
En Ávila existe un foco mudéjar de gran entidad concentrado de forma especial en el norte de la provincia. A pesar de la importancia que tiene el arte mudéjar para el patrimonio abulense no son muchos los estudios serios realizados sobre el tema.
Salvo el Catálogo Monumental de Gómez Moreno, obra por otra parte de obligada referencia en los estudios sobre el mudéjar abulense no existen mucha documentación especializada sobre este arte. A este vacío bibliográfico y documental tenemos que añadir el elevado número de edificios conservados, el mal estado de conservación de muchos de ellos, el abandono de otros tantos y las torpes restauraciones, e incluso, infames intervenciones que se han llevado a cabo en otros casos, proporcionando unos rasgos que han desvirtuado de forma notable las originales características de estos edificios.

El Mudéjar en el territorio de la Moraña y Tierra de Arévalo
En palabras de Manuel Gómez Moreno, recogidas por José Luis Gutiérrez Robledo en la Enciclopedia del Románico de la Provincia de Ávila podemos leer:
“Entre la Moraña y las serranías de la provincia hay una perfecta distinción de suelo, de clima, de raza, de trajes y también de arte. La Moraña tiene su arquitectura especial, no sabemos si originaria o importada, pero sí que constituye un centro, irradiando hacia Salamanca, Zamora, Valladolid y Segovia: arquitectura impuesta por la naturaleza del suelo, arquitectura popular, semimoruna, semicristiana, reflejo de la vida nacional frente al elemento avasallador francés apadrinado por la Corte y por los monjes, que representan las arquitecturas románica y ojival.
….
La gran meseta de Castilla y León carece en su mayor parte de buena piedra: el material indicado es, pues, el ladrillo, o el tapial de cantos esquistosos y graníticos trabajados con mortero y cal
Arévalo, Madrigal, Fontiveros, el territorio, en fin, del norte geográfico de la provincia de Ávila es un foco fantástico de esta particular y hermosa forma de arquitectura y arte.

¿Románico de ladrillo, Mudéjar, Románico Mudéjar?
Pero el estilo ¿es? ¿Románico de ladrillo? , ¿Mudéjar? , ¿Románico Mudéjar?
En palabras de nuestra buena amiga Arancha Ceada: “la clave está en que el mudéjar perduró a lo largo de los siglos porque persistió primordialmente su técnica a la vez que su estilo iba casándose con todos los estilos nuevos.
El estilo románico, pasó de moda, y su técnica quedó obsoleta. Por tanto fue reemplazado por la técnica y el estilo del gótico que a su vez lo fue por el renacimiento y este por el barroco…
Y mientras unos estilos reemplazaban a otros, el mudéjar se combinaba con todos ellos. No puede hablarse por tanto de un “mestizaje” (de un “híbrido” entre mudéjar y románico), sino de un “maridaje” (palabra que les gusta mucho ahora a los gastrónomos). El “maridaje” siempre permite el “divorcio” y esto es lo que pasó con el matrimonio románico-mudéjar: el mudéjar le dijo “ahí te quedas” al románico cuando pasó de moda y se casó con el gótico que estaba en boga.
Y es que el mudéjar tenía demasiadas cualidades para desaparecer con las modas: era barato, factible, proporcionaba soluciones arquitectónicas que el ladrillo permite y la piedra no y tenía un estilo muy casable.
Por tanto, hablaríamos de que las iglesias de nuestro territorio serían de estilo románico-mudéjar: el estilo artístico es románico con alguna intrusión mudéjar y la técnica y las soluciones arquitectónicas son mudéjares, pero siguiendo cánones románicos. No podríamos decir que son iglesias “mudéjares” sólo, porque el término se quedaría muy corto, ni “románicas de ladrillo”, porque el mudéjar es mucho más que el simple uso del ladrillo. El mudéjar tiene una gracia especial que no sólo le da la técnica. Las construcciones son una auténtica joya, por la mezcla de la ingenuidad y sencillez del románico con la efectividad mudéjar. Es el arte del pueblo. Un auténtico placer”.
Lección de historia
Radio Adaja, 4 de agosto de 2010

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