La trascendencia de lo trascendente
Ayer hubo tertulia en la tasca del pueblo como cada viernes. Como cada viernes la discusión discurría sobre lo divino y lo humano. Cada uno de nosotros peleaba con buen ánimo su postura como cada viernes. En esta ocasión el debate era sobre el color de la peana del santo del pueblo. “Es marrón”, decía uno con empeño. “Verde oliva”, replicaba este otro medio a gritos. “¿Pero es que no veis que es negra?” decia aquel. “Que no, que esta así por el humo de las velas”. ¡Qué de gritos e invectivas! Bueno, como cada viernes. Al final, todos intentamos dejar claro que la peana era del color más de nuestro gusto.
Nos marchamos a casa ya pasadas las doce de la noche. Nos íbamos con la satisfacción de llevar la razón en asunto de tanta importancia como era éste. Todos, un poco decepcionados por no haber convencido a ninguno de los otros de que, en realidad, la peana del santo es de color gris.
Esta mañana ha llovido. No he podido por menos de reírme cuando he visto, desde la ventana de mi casa, a don Basilio el cura. Intentaba correr con la sotana levantada y con un plástico debajo del brazo. Iba a la ermita. Cuando llueve, el mal estado del tejado permite que el agua caiga sobre el santo y este se moje. El santo está muy deteriorado y el cura insiste en taparle con un plástico para evitarlo. Ya va siendo hora de que don Basilio empiece a pensar en cambiar la vieja talla del santo por una nueva.
Nos marchamos a casa ya pasadas las doce de la noche. Nos íbamos con la satisfacción de llevar la razón en asunto de tanta importancia como era éste. Todos, un poco decepcionados por no haber convencido a ninguno de los otros de que, en realidad, la peana del santo es de color gris.
Esta mañana ha llovido. No he podido por menos de reírme cuando he visto, desde la ventana de mi casa, a don Basilio el cura. Intentaba correr con la sotana levantada y con un plástico debajo del brazo. Iba a la ermita. Cuando llueve, el mal estado del tejado permite que el agua caiga sobre el santo y este se moje. El santo está muy deteriorado y el cura insiste en taparle con un plástico para evitarlo. Ya va siendo hora de que don Basilio empiece a pensar en cambiar la vieja talla del santo por una nueva.
juan carlos lópez
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