La Hermandad de San Roque
Corría el año 1581 y una enorme epidemia de peste asolaba toda la región castellana, llenando de luto a infinidad de familias. Arévalo se salvó milagrosamente de tal calamidad, lo que motivó que el día de la navidad del citado año se constituyera, en la entonces Villa, la Hermandad de San Roque. Reunidos doce señores de los más entusiastas y devotos del Santo, juraron entre sí dedicarle culto y devoción el 16 de agosto de todos los años, redactando sus estatutos, en los que se fijó el número limitado de Hermanos y los actos religiosos y profanos que habían de celebrarse.
Han desaparecido de la Hermandad los libros de actas anteriores al siglo pasado. Sólo existen dos en la actualidad, que reflejan, sin duda alguna, el pasado de la Institución, a juzgar por las actas en ellos levantadas.
Nunca podrán ser ni más ni menos de doce los Hermanos. Han de celebrarse vísperas en el día de la Virgen, al anochecer, y a su terminación se quemará una gran hoguera de «cañaveras». Ahora se queman también una colección de fuegos artificiales, cosa que se hacía ya en el siglo pasado, aunque a su final se suprimieron, y una gran traca.
El día 16 habrá gran fiesta religiosa. Se procurará ofrecer el pulpito a un relevante predicador. Cada año corresponderá el gasto a uno de los Hermanos, que se ha venido titulando el «Hermano Roque». Antiguamente todos los gastos, incluso los de la cena, corrían de su cuenta. Hoy solamente abona los que se hagan en las reuniones que se celebran en su domicilio, pagándose los de iglesia, fuegos artificiales, etc., por partes iguales entre los doce, y el importe de la cena por los asistentes a ella.
Después de la función religiosa, los Hermanos se trasladan a la casa del «Hermano Roque», donde son obsequiados con bizcochos del tamaño del pie del Santo y con excelente vino y cigarros. Por la tarde se celebran completas, y se ha de sacar el Santo en procesión alrededor de la iglesia de Santo Domingo, en la que se encuentra su efigie. De nuevo agasajo del «Hermano Roque», consistente en chocolate, mantecado y limón helado, bizcochos y vino. Terminado el convite, los Hermanos, en franca camaradería, han de dar un paseo juntos. La costumbre ha establecido que sea por el paseo izquierdo del titulado «La Alameda», con lo que terminan la fiesta del día.
Llega la noche, y los doce Hermanos ponen fin a los actos profanos con una cena fraternal, en la que son de ritual en la actualidad unos entremeses, fréjoles con huevos revueltos, un pollo con tomate por barba, postre de dulce y frutas, café y copa. Anteriormente el ágape consistía en dos platos de verduras, una cruda y otra cocida, dos pollos, uno asado y otro con tomate -por cada Hermano-, y los postres de dulce y fruta. La cena ha terminado, y puestos en pie, lo mismo que al final de todas las reuniones, los Hermanos rezan una oración por el eterno descanso de los que les precedieron en el cargo. La fiesta anual ha concluido.
Esta es, en síntesis y a grandes rasgos, la vida del Santo y de la Hermandad, una de las más típicas y antiguas de nuestra ciudad, a la que prestan actualmente el mayor fervor religioso y el más fraternal entusiasmo en lo profano los señores siguientes por orden de antigüedad en la Institución: D. Florentino Zurdo Antonio, Hermano Mayor, 1925; D. Felipe Tejedor Almeida, Hermano Secretario, 1927; D. Julián Maroto Herrero, 1933; D. Epifanio Rodríguez Navas, 1933; D. Julián Sánchez Senovilla, 1937; D. Francisco Lumbreras Gil, 1937; D. Justo Gómez Hernández, 1938; D. Manuel Jenaro Macías Palomero, 1939; D. Emilio García Vara, 1944; D. Felipe Rogero Baró, 1945; D. Agustín García S. J. Martí, 1949, y D. Eduardo Vegas Tejerizo, 1952.
Emilio García Vara (1952)
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