El pinar en llamas.

Todos hemos sido testigos del incendio que se produjo en nuestro Pinar el pasado día 31 de julio (de 2012), que arrasó en diferentes frentes un importante número de hectáreas del Pinar de Arévalo y de algunos pueblos colindantes. Las llamas cruzaron el río por diversos puntos llegando hasta los pinares de Orbita y Espinosa; treparon por las escarpadas cuestas, alcanzando hasta lo más alto de las copas de los pinos, llevándose por delante todo cuanto había de vida vegetal y animal. Allí han quedado enterradas varias generaciones de pinos: los más viejos, sin duda centenarios, y los más jóvenes que representaban la garantía de supervivencia y el futuro del Pinar.

El Pinar de Arévalo se ha ido formando a lo largo de los últimos mil años como un referente histórico que ha logrado integrar en torno a sí una forma de vida característica de la Comunidad de la Villa y Tierra de Arévalo. Nuestros archivos municipales están llenos de documentos que nos hablan de las relaciones de dominio que se ejercían desde los poderes de la Villa sobre los concejos de las aldeas en torno a los aprovechamientos de los pastos y de la leña del pinar. Los cinco linajes nombraban a los guardas, que a su vez controlaban a los pastores y a los leñadores furtivos y también cobraban peculiares impuestos a los habitantes de los “pueblos del Pinar”. Esto nos hace ver su importancia a lo largo de los siglos y allí se enfrentaban intereses sociales, económicos y políticos, que a veces se trataban de resolver en pleitos interminables. 

La importancia ecológica del Pinar se ha revelado también, desde tiempos prehistóricos, como un factor determinante en la protección y consolidación de nuestro suelo, de la pureza de nuestro aire y del mantenimiento de nuestras aguas subterráneas. Tierra, Aire y Agua, los tres elementos fundamentales en toda clase de vida. Estos pinares asentados sobre un manto arenoso forman un ecosistema ideal para la recarga del acuífero que en los últimos años ha estado sometido a una excesiva sobreexplotación y contaminación. Al mismo tiempo ha sido un elemento esencial para la conservación de varias especies animales, algunas en fase de extinción. La protección del medio ambiente en toda la comarca ha sido uno de los objetivos fundamentales por los que esta Asociación de la Alhóndiga está luchando desde su fundación. Al parecer, con poco éxito. Vemos con preocupación cómo nuestro paisaje se va degradando poco a poco, que va sufriendo un proceso de degeneración, de deforestación y desertización progresiva. Tampoco tenemos la suerte, como ocurre en otras comarcas, de tener abundancia de montes o bosques. Este espacio del corredor del Adaja y Arevalillo es  la única masa forestal de importancia en el Norte de la Provincia y por esta razón debe ser objeto de una especial protección.

Últimamente en nuestro país proliferan los incendios forestales intencionados. Se diría, tal vez, que están provocados por mentes enfermas o criminales, que nos llevan a todos a sufrir los efectos de un “terrorismo forestal” que poco a poco se está instalando en nuestro país. Ante esta situación conviene hacer algunas reflexiones en torno a las causas de esta situación, ante los efectos negativos que se están produciendo y a buscar las posibles soluciones.

Si es cierto, como se dice, que estos incendios han sido provocados, poco se puede hacer en orden a evitarlos, salvo endurecer las penas, incrementar la vigilancia y fomentar la sensibilización de nuestros conciudadanos a este respecto. Es fundamental la prevención y la única forma de prevenir es la de activar durante el invierno las labores de limpieza forestal. Creemos que la gestión forestal de nuestros montes tiene una asignatura pendiente que pone en entredicho todo lo realizado hasta el presente. La situación de abandono y decrepitud que atraviesan los montes privados es alarmante. El minifundismo forestal hace muy difícil encontrar soluciones y las múltiples trabas burocráticas impuestas por la Administración a los propietarios tampoco lo facilitan. La falta de rentabilidad lo agrava todo y vemos que las campañas contra incendios, que anualmente se realizan, y la última legislación forestal, tampoco han sido capaces de paliar la situación.

Es por tanto el momento, si queremos salvar nuestros pinares, de lanzar una llamada general hacia la búsqueda de soluciones, dirigida a la Administración en todos sus niveles, a todas las asociaciones ecologistas y de patrimonio, a los propietarios de los montes públicos y privados y a todos cuantos estén interesados en esta noble causa. Se impone en primer lugar una concentración de fincas privadas o asociaciones forestales que logre paliar los perversos efectos del minifundismo existente. La propia Administración debería iniciar este proceso comenzando por elaborar un registro de propietarios, pues muchos ignoran incluso cuál es su propiedad forestal. A continuación habría que analizar posibles alternativas económicas de rentabilidad, desde la explotación resinera, que ahora se intenta reactivar, hasta el estudio de utilización de la madera en nuevas fuentes de energía como la biomasa forestal. A pesar de  que creemos que los intereses  económicos son fundamentales para conseguir un fin saludable y duradero, seguimos pensando que no todo se reduce a intereses económicos, pues está en juego, además de la supervivencia de muchas especies animales, la limpieza de nuestro aire, la pureza de nuestras aguas y la integridad de nuestro suelo.

La Llanura número 39.
Agosto de 2012.

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